( capítulo séptimo )
Más tarde, espiando para el Mossad, me enteré de que ya en tiempos de Pilatos andaban tirándose unos y otros de los pelos, pero yo a la sazón no lo sabía. Si lo sé, voy y localizo los exteriores del nacimiento en Murcia, que es región bien hermosa y tiene de todo. Montañas altas, desiertos bravos, huerta feraz y un mar de miniatura, cual menuda alga brillante y plateada de sal.
Nuestro castillo de Herodes era un puro despropósito, porque mi hermana pequeña se empeñó en poner uno tan grande que deshacía toda la armonía y proporciones del conjunto. A mí me parecía una burrada dar tanto protagonismo a un señor “malafollá”, que había mandado degollar a no sé cuántos niños santos e inocentes. Nunca entendí qué narices tienen que ver los artículos de bromas y piñatas, que ahora venden los chinos del todo a cien, con la conmemoración del holocausto con esas pobrecitas criaturas, seguramente carne del Limbo.La ovejita lucera tenía carita de azucena y provenía de un rebaño que pasaba por nuestra calle, de Pascuas a Ramos, porque mi querida calle era, y sigue siendo, una cañada o servidumbre de paso para ganado. Recolecté de entre los hermanos veinticinco pesetas, que cambié a la señá Casilda, la panadera, para juntarlas en un hermoso billetito de los de color morado. Esperé a que pasara el rebaño, que lo hizo un jueves, y metí al pastor en su zurrón la tela marinera del ala y ¡hala! para mí la ovejita.
Encaramé al corderito en mis hombros y trepé por la escalera de servicio, pues me dio por barruntar que en el montacargas igual se mareaba la criatura. Soy muy considerado con la cosa de los mareos por padecer de ellos. Tanto en coche, como en tranvía, avión o tren. Tengo el mal de mar hasta en la bañera, cuando me capuzo para enjuagarme el pelo, que en aquellos heroicos tiempos lavaba con champú de brea de marca Sindo. Era un mejunje laborioso de aplicar tanto por ir en unos sobrecitos que debían ser cortados por los extremos, como por picar en los ojos más que enchilada en mucosa gástrica.
La ovejita se aclimató bien a la casa y gustaba de mirar conmigo el belencico, aunque prefería mamar de la tetina de unos riquísimos biberones que yo le preparaba, a base de Pelargón y leche de la Granja Poch. Para mí que el animalillo creía que yo era su mamá, sobre todo porque le metía a dormir conmigo debajo de las sábanas y me bañaba con él en la bañera grande, para no desperdiciar el agua caliente, que entonces era un bien muy preciado por escaso.
¿Te consintieron tener la ovejita en casa??? ...el buen consentidor que lo desconsienta, buen desconsentidor será :-)
ResponderEliminarA cambio de tu buen humor, se te debe perdonar todo.
En la gloria con tus textos, ya lo sabes.
Un besito con-sentido.
FUÍ UN NIÑO INANORMAL Y UN ESTRATEGA DEL BARULLO SIN RUIDO...SI ME CONSINTIERON Y POR CUÁNTO TIEMPO LO VEREMOS EN LOS PRÓXIMOS CAPÍTULOS...SIES QUE NO TE HARTAS ANTES DE MIS HISTORIAS TAN REALES COMO MI MISMA VIDA...
ResponderEliminarSI ME DEJAS DE LEER, ME TIRO AL SUELO Y NO VOY MÁS AL COLE...
BESO COM-PARTIDO.
Tu evocación ha estirado de la mía, ya no me acordaba de aquel venerado champú Sindo, casi puedo olerlo y hasta me pica la cabeza.
ResponderEliminarLo de la ovejita, me da envidia. Me habría encantado achucharla y si eres veraz, reconoce que fuíste un jodío niño afortunado.
¡FUÍ UN REQUETEJODÍO NIÑO DE LA INFANCIA!...Y AFORTUNADO, MUCHO...AUNQUE...HASTA EL FIN NADIE ES DICHOSO...
ResponderEliminarAmigo Manuel tu ovejita Lucera seguro que termino siendo tu mascota después de la Navidad.
ResponderEliminarMenuda estampa tu ovejita y tu metidos en la bañera con agua caliente ,todo un lujo para lucera.
Una imagen dando el biberón a tu ovejita para el recuerdo muy tierna de tu vida.
Estoy esperando impaciente el siguiente capitulo para ver como termina el episodio en cuestión de tú y lucera o lucera y tú en tu casa.
Un abrazo de MA para ti Manuel.
NIÑA DE BEAS...TU AMOR A LA VIDA SE MANIFIESTA EN TUS COMENTARIOS...¡AY MI LUCERITA!...ESPERO QUE ASISTAS A LO QUE VINO DESPUÉS...¡EL MUNDO DE LOS ADULTOS, QUE NO ENTIENDEN NADA!..
ResponderEliminarTE ABRAZO.
Manuel:
ResponderEliminarEn tu narración voy materializando mis deseos infantiles... me invade la ternura por la ovejita!!!
Un beeeeso.