miércoles, 28 de septiembre de 2011

Tiempo de crisantemos ( capítulo II )



(ilustración George Grosz )

(...es continuación )


-Porque no me da la real gana convertirme en la mujer de mi mujer que, para colmo, tendría que ser tu ex-mujer. Y te digo más: al final te perderán tu mala cabeza y tu jodida ambición.

El primate armado y rampante estaba muy cabreado. Cada vez más. El muy insolente va y me dice:
-Si quieres morir ya ¿se te ocurre manera menos dolorosa que un tiro en la boca?

Le había tenido al borde del k.o. y el muy cabrón seguía en pié por mi puta manía de dar lecciones de moral. Probé a atizarle un crochet emocional en pleno hígado:
-Eso es cosa de suerte. No te pongas sentimental.

Había llegado la hora de fajarnos cuerpo a cuerpo. O él o yo. Me atreví a añadir un golpe por debajo de la cintura:
-Quizá yo no haya sido más que el polvo de venganza de tu mujer. ¡Suelta el arma coño!

El tipo que me encañona con su revólver se crece y me vacila:
-Y tú, muerto de hambre… ¿no hubieras preferido fracasar como corredor de apuestas, en vez de hacerlo como chulo de putas?

No soy hombre de lecturas. Pero hay ocasiones en que tirar de un clásico puede desarmar al más pintado:
-La duda puede ser una atadura tan jodida como el amor. Tú tienes un problema. Un problema muy serio, diría yo: te cagas ante una mujer sexualmente consciente.

martes, 27 de septiembre de 2011

Tiempo de crisantemos (capítulo I)


Ilustración de George Grosz 


Yo conocía la respuesta adecuada, pero aquél hombre enfierecido echaba espumarajos por su boca:

-¡Al carajo con las explicaciones! gritaba emborrachado de cólera.

De nada sirve un argumento cabal si tu prójimo tiene la mente sucia y el corazón lleno de ira. Y un revólver en la mano.

Probé con un golpe de efecto:

-Si me quitas de encima a esa tipa pelirroja, no tienes por qué matarme.

El hombre primitivo miró tres segundos el cañón de su Smith and Wesson y otros cuatro o cinco a mi entrecejo y escupió con gesto amostazado:

-¡Cuerpo de tal! ¿ estás dispuesto a hacerte rico de una puta vez por todas?

Ahora sí. Me tenía arrinconado contra las cuerdas. Lancé un gancho de izquierda a su mentón:

-¿Y tú, saco de mierda? ¿ quieres saber tú por qué no me caso yo con una gachí forrada de pasta?

sábado, 24 de septiembre de 2011

Un instrumento de buen porte



( el autor en La Habana )


Sin remedio, que no lo tengo.

Me pregunta una lectora:

- ¿Por qué no escribes de una vez por todas un libro gordo?

Como tampoco tengo propósito de la enmienda, voy a explicarme ahora.

Mi escritura, aunque me esté mal el escribirlo, está en la órbita de la cortedad en el decir –Gracián- y obedece a la estética de lo menos.

Estas obritas mías evitan ocupar muchas horas de mis lectores, que a buen seguro las necesitan para otros menesteres.

Además, cierto pudor me impide publicar nada que sea más extenso de lo que yo acostumbro a leer. Soy présbita y mi ánimo también está cansado. Y cada edad tiene su literatura.

A mis años gusta más y cuesta menos leer poesía que prosa. Las novelas que merecen la pena, leídas fueron por mí cuando podía hacerlo a la luz de una vela.

Así lo veo yo: si te gusta escribir, hazlo breve y lee poco mientras rellenas cuartillas. Si prefieres la ficción, toma algo de tu memoria, aunque no tenga trama ni desenlace. La memoria conserva lo que debe ser archivado y sabe más de ti que tú mismo. Tu caletre no podrá inventar nada mejor que lo realmente vivido.

Otra cosa: lo complicado es conciliar las ganas de vivir con los deseos de escribir.

Por último, si lo que cuenta es el tamaño, junten mis lectoras una docena de estos relatos, de los que troceo en capítulos por entregas, y tendrán un instrumento de buen porte.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Gris y abandono


( foto tomada por el autor, con móvil, en mi barrio )

Nada…lluvia y frío. Paseo sin rumbo por el barrio. No me gusta esta población. Ya no. No me tiene, no me envuelve. 

El encargado de Linogar, tienda de ropa para la casa, me para por la calle:
− Don Manuel, hace mucho que no vemos a su mujer por nuestro comercio.
Sonrío:
−Es natural. Tampoco yo la veo por casa. Hace tiempo que me dejó ¿Cómo van las ventas?
Me dice:
− Regular. Era mejor local el anterior, el de la esquina de frente por frente.

Sigue el hombre con sus cavilaciones. Me mira hondo y suelta:
− De todas formas, a mí lo que me gusta es el toro.
Me quedo de muestra, cual perro perdiguero:
− ¿El toro?
Sigue:
− Si, Don Manuel. Es que soy mozo de espadas.

Me enseña su carné profesional del sindicato correspondiente. No me cuesta mostrar curiosidad:
− ¿Lleva usted ahora a algún matador?
Inmediatamente me doy cuenta de que he confundido los oficios de mozo de espadas y de apoderado. Pero ya no tiene arreglo.

Sigue el hombre del toro:
− Claro que sí, estoy con zutanito, un chico de Salamanca que promete. El domingo, sin ir más lejos, toreamos en Almagro.

Nos despedimos. Reanudo mi deambular ¿Por qué y adónde?