sábado, 20 de febrero de 2010

UN ARMA EN SU MANO XXIV

(...es continuación)

A mí no me van los tipos preguntones, lo digo auténticamente hablando. Y menos si se comportan como nazis. Los hombres que ganamos las guerras no hablamos de ellas. Pero conste que yo me fuí a Europa a matar a los de la cruz gamada porque no me gustaba ni un pelo el tipejo ese del bigote de guardarropía que tenía tirria a los judíos, homosexuales y comunistas. Y no lo debí hacer mal del todo cuando de dieron la medalla fetén, o sea la individual. Tengo para mí que me gané una segunda condecoración, por la cosa de las purgaciones que agarré con alguna mademoiselle de poco bidet.
Cuento lo que cuento porque los hechos no me dejarán mentir y porque el tiempo pasa que se las pela y porque faltaban menos que cuarenta y ocho horas para tener decidir si aceptaba la oferta del cornúpeta irlandés y apiolaba a la pelirroja, si es que ella no estaba ya criando malvas, o bien me avenía a la opa amistosa de Good Times Cristo y me prejubilaba panza al sol.
El caso es que yo no tengo riñones de conejo y me planté en la consulta del Dr. Willowghby, mi ex-loquero por parte de la pasma. Algo de mala conciencia debía de tener el hombre, pues me recibió raudo como un pensamiento. Y el muy freudiano de vía estrecha va y se pone a interrogarme como si uno fuera de mantequilla y él un jodío maníaco oficial de las SS:
-Explíqueme por sus pasos contados todo lo que recuerde desde la fecha y hora en que dejó de tratarse conmigo, así como los motivos y circunstancias que le han decidido a venir hoy, sin previa cita.

¡A otro can con ese hueso! Menudo soy cuando me pongo. Hablo yo:
-Sepa Vd. que aquí el que trae un pliego de preguntas soy yo. ¡Allá va la primera! Y es facilita, para principiar, ¿es usted una víctima o el asesino?

                                               (continuará...)

jueves, 18 de febrero de 2010

UN ARMA EN SU MANO XXIII

(...es continuación)

El Dr. Willowghby mudó la color. El periódico abría los sucesos con la frase exacta que la bella mujer del pelo rojo le había soltado al despedirse ayer en su consulta:
-Prefiero no volver por aquí Doc, porque es seguro que me convence. Como usted es psicoanalista y yo un poco...puta.

La pelirroja, esposa del soplagaitas de O'Neill y amante del alcalde más corrupto de la costa oeste, salía en los papeles como principal sospechosa del homicidio del concejal de obras y servicios. Tal que anoche y de un solo tiro, al parecer con una Walther PPK. Una obra de arte.

Yo había tenido tratos con Willowghby en la época en que me botaron de la policía por una cosa que, si mira bien, se reducía a la nada. No niego que por entonces yo bebía y jugaba más de la cuenta, pero tampoco era para ponerse así. El único detalle que tuvo el Departamento fué pagarme un tratamiento de mierda con ese doctor de mierda, que estaba más grillado que yo. Recuerdo que, en una de las sesiones, me preguntó por algo que yo deseara con muchas ganas. Por salir del paso, le dije:
-No me gustaría morirme sin dormir una noche en el hotel Hilton.
Y el muy hijo de mala madre va y me dice:
-Yo vivo allí.

                                            (continuará)

martes, 16 de febrero de 2010

UN ARMA EN SU MANO XXII


(es continuación...) (ilustración de G. Grosz)

Mi Menda no había abierto el pico en toda la comida. Ahora no estaba yo en condiciones de aceptar o rechazar la nueva oferta. Sin embargo, me venía al pelo saber un dato que Cristóforo conocía de memorieta. Por ello, me atreví a mascullar:
-He oído por ahí que un tipo le dijo a otro que el hombre de  la M fué quien movió los hilos del asunto de Mamita Yunai. Ya sabes, la United Fruit Company.

Good Times C. soltó el trapo de la risa. Hubo de sujetarse la tripa con las dos manos y su leontina de oro antes de susurrarme:
-M. es grande y todo lo hace a lo grande. Y tú anda con cuidado, que la gente se muere cuando más sabe. Si frecuentaras más la hemeroteca y menos los casas de lenocinicio sabrías lo que es de dominio público. La United se terminó. Que Dios la tenga en su gloria. ¿Has oído hablar de los miles de millones que la CIA ha invertido en armar a los muyahidin para sacar de Afganistán al ejército rojo? ¿Quién presidía el subcomité de financiación militar de la Cámara de Representantes? Y que no se te suba la adrenalina. Todo eso lo saben los niños de teta que lean periódicos. Jubílate con desahogo, no vayamos a tener que manchar el final de tu vida. Con sangre.

Me despedí sin soltar prenda. Con todos estos ajilimójilis, yo silbaba en la puta calle y me decía a mí mismo, ¡ojo al Cristo, que es de plata!

(continuará...)

lunes, 15 de febrero de 2010

UN ARMA EN SU MANO XXI



(...es continuación)

Good Times Cristo me convidó a almorzar el mismo día en que le llamé. Buena señal. Me convocó en su club membershipsonly. El pavo que vestía de pingüino se daba importancia haciendo que buscaba mi nombre en su librote de reservas. Como si uno no supiera que lo rebuscaba era un billete de propina. Puse cara de dontranquedo y no aflojé ni un centavo. ¡Que le jodan a ese adefesio de lacayo de plutócratas!

Agradecí que Cristóphoro no se anduviese por las ramas. Al primer sorbo de su martini dijo:
-Te debo una. Me salvaste de un mal paso y ahora te escucho. Te libero de preguntarme por mi vida. Y yo tampoco lo hago por la tuya porque estoy al cabo de la calle.

No soy persona que se ande con jerigonzas ni garambainas, pero opino que los negocios requieren su poquito de conversación. Y servidor se disponía a dar buena cuenta de una langosta termidor y de un solomillo wellington, regados con un vinito francés que costaba más de lo que valen mis apellidos. Pero...en el correccional cayó en mis manos una novela escrita por un tipo antiguo llamado Marco Aurelio, o algo así, que me enseñó que como mejor se aguanta el tipo es estando uno calladito y metidito en su zorrera. Dejé pasar mi turno y me concentré en la mejor carne que he catado nunca, si descontamos la de la noche que me encamé con la señora del Secretario del Tesoro. Pero esa es otra historia.

-Me he puesto en contacto con un amigo que te dará el próximo lunes ochocientos mi dólares. Te quitas de las calles, te compras ropa de verano en Brooks Brother's y te vas a vivir a Honolulú, dijo Cristo. Es todo.

En cosa de un periquete, mis acciones en la bolsa de valores habían ido pasando de nada a un cuarto de millón, luego a medio y ahora a ochocientos mil machacantes. Y todo por cultivar el oficio de holgar.

                                                                 (continuará...)

sábado, 13 de febrero de 2010

UN ARMA EN SU MANO XX

(...es continuación)

Un caso de mala suerte. Era evidente. A una chica de alquiler se le había cruzado una raya en su camino. Y sanseacabó. Igual tenía débil el corazón, de tanto usarlo. ¿Qué se ganaba empapelando al italiano? Mejor echar tierra sobre el asunto. La edad enseñaría a Cristóforo a no mezclar las churras con las merinas.

La pasma suele liar sus investigaciones porque no prestan atención a lo más esclarecedor. Hay que saber quién paga a quién, puesto que a todo el mundo le gusta el parné. Ese es el hilo a seguir. Los tolilis que presumen de aristócratas son un atajo de hipócritas y snobs por despreciar a los que curramos por pasta.
Tengo yo un colega que es stooper y a sus cuarenta abriles tiene más chepa que el francés ese de la película de nosequé iglesia. El hombre se gana los cuartos hurgando entre los tickets de las apuestas de caballos que los apostantes tiran al suelo sin guipar bien el resultado. Es un trabajo honrado que no perjudica a nosotros los de abajo.

A la bofia no se le canta la gallina. Nunca jamás. Primero y principal porque los contribuyentes les pagamos para que averigüen a quién se le cuelga el mochuelo. Y después porque los polis son muy mal pensados. Yo no conozco más que las cuatro letras, pero mi moral es rotundamente intachable. Como todo es relativo, me pongo siempre de parte de quien paga mis honorarios, que no pasan nunca de veinte machacantes por jornada de trabajo.

Total, que me demoré un par de horitas en llamar a la poli y les conté una versión de los hechos estilo Disneyworld. Y que conste que a la suite del Waldorf Astoria apenas si la maquillé una miaja de nada.
El italiano, alias Good Times Cristo, era hombre de Mono. Me debía una, y había llegado la hora de que me la devolviera con sus interes y toda la pesca.
Me venía bien que me contara lo del affaire del tráfico de armas para la contra que opera por la parte esa que queda más abajo de México, allá por las tierras de la United Fruit Company. Financiado todo con dineros públicos aprobados por el Congreso en una comisión que presidió un compadre de Mono.

(continuará...)

miércoles, 10 de febrero de 2010

UN ARMA EN SU MANO XIX

                                       (...es continuación)
 
Necesitaba un plan. Un plan sencillo. Apto para menores. Normalmente utilizo lo que llamo "la estrategia del barullo" Pero mi parte animal me decía que, para desovillar ésta jodida madeja, se requería algo más que el instinto. Me acerqué al gimnasio donde tengo una taquilla de alquiler y me calcé en la cintura el mejor revólver del mundo. Un magnum 45. Así funcionan las cosas.

Hace algún tiempo hice un favor a un fulano nombrado Cristófaro. Se trata de un italiano que tuvo cierto predicamento entre los espaguettis de la mafia napolitana de N.Y. El muy mascalzone se casó con una claudiacardinale oriunda de su pueblo, de esas de 100-70-100, que al parecer preparaba los gnochis como la sua mamma y fabricaba bambinos a ritmo andante furioso. Total, que Cristo se vió forzado a pedir a su honorable sociedad un trabajo menos ruidoso e igualmente remunerador. En menos que canta un gallo el buen hombre estaba de presidente de un saving bank en un próspero condado de un rico y noble estado de la Unión. ¡Es lo que tiene la ley de l'omertá!

Había sonado la hora de que me devolviera la merced que le dispensé siendo yo, al terminar la guerra, jefe de seguridad en el Waldorf Astoria de N.Y. El benévolo napolitano se había montado un buen bonche en la suite pen-house de mi hotel, con la mala sombra de que, a una de las pin-ups de la bacanal, no se le ocurrió otra cosa que sufrir un síncope mortal por pasarse de la raya. ¡Gajes del oficio!



                                                                            (continuará...)

martes, 9 de febrero de 2010

UN ARMA EN SU MANO XVIII



(ilustración de G. Grosz)
(...es continuación)

Siempre he pensado que cada uno en su trabajo debe tener absoluta libertad moral y de acción. Pero eso de cobrar una pasta gansa por no pegar ni sello me olía a una treta para quitarme de la circulación. O a trampa para cazar elefantes. Era hora de desenrredar el ovillo y dar con la aguja de este pajar.

Me despedí de Ôsip, el barman tudesco:
-¡Duerme bien!
Corrrespondió a mi adiós con más palabras de lo acostumbrado en él:
-Usted lo conseguirá cualquier noche de éstas. Olvídese de ella. Es mujer que necesita mucho mantenimiento.

Mal se ponen las cosas cuando un ciudadano más o menos honesto tiene que renunciar a lo que más le mola y buscar entretenimientos que van menos con su personalidad. Aunque, bien pensado, Hanna tenía pinta de ser una tía de esas que se enamora de todos los hombres que no le hacen ni puto caso.

                                                       (continuará...)           

domingo, 7 de febrero de 2010

UN ARMA EN SU MANO XVII

(G. Grosz)
(...es continuación)

Yo era un detective privado de la serie B. Y hacía dias que se seguía un Plymouth coupé de color granate. ¿Por qué? Ôsip, el barman ruso, que oficiaba en un bareto de cuarta, se había visto con la gente de Mono. Rotko, el alcalde más corrupto que un queso francés, estaba tan encoñado con Hanna que los
jerifaltes del trust me prometían quinientos de los grandes por no dar matarile a la pelirroja. ¿No sería la mujer del lila de Sheridan algo más que un culo de primera? Sí, me habían soplado que esa fulana pasaba al kártell información privilegiada y muy valiosa. Pero...me preguntaba yo ¿me habían contado lo más gordo o una simple milonga?

Un detective privado gana poca pasta, sobre todo si es honesto. Y me iban a caer del cielo quinientos billetes de los de a mil por estarme tranquilito y tocarme las pelotas al sol de la costa. Los golfos tienen su encanto. Los conozco bien, porque soy uno de ellos, pero a nosotros nos quedan grandes los asuntos grandes de verdad. Y éste apestaba a crimen, política, corrupción, poder, mujeres y sexo. Demasiado arroz para tan poco pollo.

                                                             (continuará...)

viernes, 5 de febrero de 2010

UN ARMA EN SU MANO XVI

(G. Grosz)
(...es continuación)


Ôsip no tenía malas entrañas, pero era ruso y le costaba ser amable. Me saludó así:
-¿Qué le sirvo?
Uno mismo tampoco es que sea muy efusivo. Pertenezco, más bien, a la escuela del Actor'studio:
- Lo de siempre.Doble.

Bien mirado, sobraban las disquisiciones. Mi encomienda al barman estaba cancelada. El trabajito que Sheridan me había endosado, out. Yo hacía caja con quinientos billetes de los de a mil y le pasaba cincuenta al ruso, por sus buenos oficios. El alcalde, dale que te pego beneficiándose a Hanna. Y esa fulana de tal, pasa que te pasa insider trading a los del trust. ¿Hay quien dé más? Sí, un servidor mismamente. Se me olvidaba que el tal Sheridan, el irlandés, daría con sus huesos en un fría mazmorra.

Todo tan bello como en la puta película del Capra ese. Pero...no. Algo no me cuadraba. La perfección no es de este perro mundo. Y los finales felices, menos. ¡A otro perro con ese hueso!

                                                                             (continuará...)

miércoles, 3 de febrero de 2010

UN ARMA EN SU MANO XV

                                                              (Ilustración de George Grosz)
                                                                             (...es continuación)

Que me lustren los zapatos me ayuda a analizar situaciones complejas. Cierto es que mi cash-flow no está como para prestar liquidez a la Reserva Federal, pero tampoco iba a hacer bancarrota por una segunda mano de betún en mis borceguíes. Siempre se puede prescindir del perrito caliente de la cena.

Me hacía bien la certeza de que Ôsip el barman no me había vendido a Mono. Se había chivado, pero había sido con buena intención. Por mi bien, se podría decir así. También debía contabilizar en el haber de mi balance anímico la suculenta oferta de quinientos billetes de los grandes por estar quietecito y no apiolar a la mujer de cabello color leña de fuego, aunque bien sabe el cielo que hubiera preferido echarle un par de polvos más.

En cambio, mi auditoría interna anotaba al debe el hecho de que, no siendo yo corto de luces, no terminaba de entender por qué Mono, el escualo más grande de la gran ciénaga ciudadana, había gastado tanta saliva en convencerme a mí, que soy la tararira más escuchimizada de este reparto. Lo que podríamos llamar, entre nosotros y sin ánimo de menospreciarme, el último mico de esta compañía.

El cuerpo me pedía un buen lingotazo de bourbon. Me encaminé al bar del ruso. ¡Mejor no volver a ver a Hanna! ¡Mercancía sobada por el cagatintas del alcalde! Por mí, que les fueran dando...

                                                                 (continuará...)