martes, 17 de julio de 2012

Goza ahora...


(Mujer Laure Albin-Guillot - Femme Nue Blonde, 1950)

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,             
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada                 
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Luis de Góngora
(Córdoba 1561-1627)


(foto tomada por mí)

jueves, 12 de julio de 2012

Una tarde empapada de aromas



(fotos tomadas por mí)

…una tarde de flores y verdura,
rica de cielo azul, sin un celaje,
y empapada de aromas y frescura…

Eulogio Florentino Sanz (Arévalo 1825-Madrid 1881)


jueves, 5 de julio de 2012

El hombre que espera una llamada



Las mujeres de la edad moderna están apagadas o fuera de servicio. O, lo que es peor, carecen de identidad, pues sus números de los portátiles “no pertenecen a ningún abonado”.
Si llamo, con mi móvil, a una mujer de la era moderna, normalmente se agota la batería de su portable a poco de empezar a hablar. Contrasta la energía de la mujer de hoy con las escasas prestaciones de sus pilas recargables.

Las chicas me dicen:

- Estoy en el parque. Te llamo luego, cuando llegue a casa.

Deben dormirse en el parque porque el móvil no suena luego. ¿Cuándo es luego para una mujer?

Espero en el restaurante. Una hora. Pasa, por tanto, una hora de la acostumbrada por mí para la cena. Tengo hambre.
- Ahora no puedo hablar. Voy conduciendo, no tengo manos libres ni apenas cobertura y la batería se está muriendo, me dice la rapaza que está citada y no comparece.

Pido un vino y apunto en mi cuadernito moleskine. Sumo: en los últimos tiempos, desde que desperté en la clínica, he invertido en esperar el santo advenimiento de las hembras, quinientas veinticinco horas con cuarenta minutos. Toda una vida.

- ¿Quedamos ya para mañana? Insinúo a una pelirroja de rizo natural.

- Mejor te llamo luego. Cuando llegue a casa.

Nada. Tan solo me llama mi tía Honorata. Desea que mañana la transporte al pedicuro, antes llamado callista.Al día siguiente, la mujer de la cabellera color fuego de leña, me manda un mensajito de letras: 

- Lo siento. Estaba cansada y me dormí viendo la tele.

Natural. La televisión es el laúdano moderno.

- Quedaste en llamarme, me atrevo a susurrar a una tercera.
- No pude. A mi prima le dio un cólico nefrítico. La llevé a urgencias en Alcalá, dice.
- Voy en un taxi. La calle está cortada y hay un tapón enorme. No me esperes. Te llamo luego, afirma otra.

He pasado de ser el hombre que duerme, a ser el hombre que espera.
- Pues no me esperes, que tengo que sacar al perro.
- Ya. Claro. Lo que pasa es que ya te he esperado una horita. ¿Me la devuelves? ironizo.
- Ahora no puedo. Luego te hago una perdida. No tengo saldo, contesta.
- ¿Por qué no me llamaste ayer? me dice al otro día.
- Quedaste en llamar tú, respondo.
- ¿Y eso qué tiene que ver?, replica la chica de Burgos.
- No quería agobiarte, mascullo.
- Corazón, contigo nunca se sabe. ¡Eres más rarito!, termina.
- A ti te pasa algo… ¿Tienes novia? Acusa otra bachillera.
- Ya sabes que no. ¿Quieres que hagamos de novios tú y yo? Le digo a modo de morcilla guasona.
- Hay algo que no te gusta de mí, sospecha en voz alta la sufragista.
- No es eso. A mí me gusta todo de ti, menos tú misma cuando te pones celosa, me atrevo a farfullar.
- ¡Anoche me colgaste!, me dice ella.
-No quería discutir. Nos hubiéramos dicho cosas irreparables, le digo yo.
- Pues dímelas ahora, añade.
- Cuando me veas triste y malhumorado, todo lo que tienes que hacer es quitarte la ropa. Tu desnudez me hace vulnerable, contesto con un pié en Gª Martin.
Aburrido y solitario repaso los mensajes que he recibido hoy:

- Sí, pero más tarde. No tengo batería…
- ¿Ya se te pasó el cabreo?
- Anoche te encontré muy raro. Espero equivocarme.
- ¡Hola! Ayer me lié y después me fui a la camita. Besitos muchos.
- Hazme una perdida, que estoy en el trabajo.
- Salí del fisioterapeuta y te hice una perdida. Cené y me dormí.
- Toc… toc… ¿Me llamas luego?
- En ké stás pensando en ste instante?
- Gracias por todo. Igualmente.
- Kuando kieras.
- Hola! Ya te has olvidado de mí…? Besos.
- ¿Duermes?
- ¿Te veo mañana?
- Pienso en ti y…
- ¡He soñado contigo!
- Mañana te veré. 
Pero nunca llega ese mañana.

- ¿A qué hora vendrás?
- A la que tú quieras, contesta.
- Quiero ahora, digo yo.

En esta noche oscura, me acuesto “…dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado…” (Juan de la Cruz, el fraile que no tenía móvil)