(foto del autor)
La chica de las flores dejó a su marido, fue diagnosticada de no-se-qué síndrome o enfermedad rara y sometida a un tratamiento cabroncete. Tiene fuerza y buen ánimo pero…el trastorno depresivo ronda su vida.
La mujer alta, natural de Guinea y de color franciscano, se lía con un bailarín y se queda embarazada. El bailarín niega, el bebé nace y ella venga a tomar “prozac” y, me dicen, a salir día sí y día también, previo cobro de su caché, en los programas “a l’eau de roses” de las televisivas cadenas de emisión, que se parecen muy mucho a las del retrete.
El pintor antillano y la chica inglesa que enseña inglés a niños ricos, ven cortado el suministro telefónico de su piso-chalet por falta de pago. Se deprimen y también se quedan sin conexión a internet.
Las parejas de mileuristas no pueden con las cuotas del coche, de la tarjeta de crédito y, ¡ay!, con las hipotecarias. Como, además las criaturas de la crisis del sistema capitalista, están acostumbradas a comer tres o cuatro veces al día y a utilizar, mañana y noche, cosmética aunque sea “carrefouriense”, no les salen las cuentas y, se pongan como se pongan, van y se deprimen.
Buena gente. Solo beben los fines de semana y son fieles a sus parejas, por amor o por rutina y demás miedos.
Ojo al dato: la Revolución francesa empezó con las revueltas por la carestía del pan. Y no digo más, que luego todo se sabe.