( decimotercer capítulo )
Un camello, creo que en la Navidad siguiente, tuvo la gentileza de dejarnos una hermosa boñiga de rumiante en la alfombra del salón, que era de la Real Fábrica. Yo había visto en el campo bostas y deposiciones y de otros rumiantes, como bueyes, vacas y mulas, y certifico que las de los camellos orientales son diferentes, ya que sólo comen vegetales biodietéticos y granos especiados y perfumados.
Nunca quise ir a Galerías Preciados a entregar mi carta a los emisarios de los Reyes. Sabía diferenciar lo que son promociones comerciales de los mercaderes, de la magnanimidad y longanimidad de los auténticos reyes que hacen magia y premian a los niños buenos, salvan a los marinos atrapados por tormentas y dotan con bolsas de doblones de oro a las doncellas pobres para que puedan matrimoniar con hidalgos que no tienen con qué hacer cantar a un ciego. ¡Cosa de Reyes es obrar bien y tener mala fama!
Siempre conseguí que SSMM me trajeran todo lo que pedía. A ello contribuía no sólo la moderación de mis encargos sino también el método por mí empleado.
La moderación consistía en ir comprobando en el Bazar Horta, en Pabú o en Deportes Cóndor cuánto sumaba lo que yo quería tener y nunca pasar de la cifra que mi orden natural consideraba tope máximo a lograr cada Navidad. En este sentido, debo confesar y confieso que nunca me gustó la canción “Todos queremos más” que cantaba Alberto Castillo. Revela avaricia y afán de acumular riquezas. Prefiero no tener sobre qué Dios me llueva antes que ser pájaro gordo de muchas campanillas.
La manera de hacer llegar a los Reyes Magos mis propuestas también ayudaba a que estos bienhechores colmaran mis esperanzas. En vez de escribir una carta larga y farragosa y dejársela a un empleado de Pepín Fernández, que era el dueño de los grandes almacenes, yo apuntaba a punta de regaliz las dos o tres cosas objeto de mi limpio deseo sobre la superficie helada de un flan chino El Mandarín. Cerraba los ojos y me lo zampaba de un sorbo y sin respirar. Nunca me falló. ¡Mano de santo!
Jajaja me he reído un montón con lo de sorber el flan chino Mandarín , esos flanes eran tan suaves, que no te ahogabas con ellos tomándolos de un sorbo, como tu cuentas y como hacían en el anuncio del flan.
ResponderEliminary si encima, eran manos de santo en tu mente de niño ,mejor que mejor.
En tu relato se ve, que eras espabilado y nada egoísta, para pedir tus deseos a los Reyes Magos ,y muy listo cuando estudiabas la manera de pedir sin ser exagerado, las matemáticas no te fallaban nunca jaja .
Un abrazo de MA y un placer leer tus entradas de post estimado Manuel.
La verdadera magia, reside en la parte infantil de la mente, esa que es capaz de rememorar, y hasta volver a degustar, todos esos sabores tan especiales... y me he recorrido unos cuantos, desde el otro día hasta hoy.
ResponderEliminarGracias por el pasaje, Manuel... Uy, acabo de recordar que aún guardo un billete de metro de los de entonces, de los que estaban estampados con tinta añil... y una ficha de Telefónica, de esas que tenían una ranurita por un lado y dos, por el otro, de cuando los locutorios de Madrid eran de altísimas puertas de madera y tiradores de metal dorado.
Me quedo un ratillo más por aquí, a ver si me cae otro flan del chino :-)
QUERIDA MA: HACER BIEN LAS CUENTAS CON LAS CUATRO REGLAS ES ÚTIL, INCLUSO PARA QUIENES, TÚ Y YO, SOMOS DE LETRAS...EL FLAN CHINO NO LLEVABA HUEVO Y SE HACÍA CON UN ALGA LLAMADA AGAR-AGAR...LO FABRICABA UNA FAMILIA DE APELLIDO "GALATAS", CUYOS HIJOS VARONES IBAN A MI COLE...ABRAZOS DE COLEGA A COLEGA
ResponderEliminarDEAIRE: ¡BILLETES DE METRO! ¡TINTA AÑIL! ¡FICHAS RANURADAS! ME AYUDAS MUCHO A COMPLETAR MI LADO DE NIÑO DE LA INFANCIA...BESOS
ResponderEliminarLa humildad en el pedir provocó generosidad en el dar. Niño responsable.
ResponderEliminarA mí me gustaba más el flan "El Niño" que el "Mandarín", aunque nunca se me ocurrió utilizarlo de pergamino con regaliz.
Vaya archivo de memoria que tienes!
Besos de vainilla.
AYER ME PREGUNTABA ¿Y LA PROFE? ¡CÓMO IBA A SUPONER QUE TE ESTABAS ZAMPANDO UN FLANÍN "EL NIÑO"! YO NO QUERÍA TENER UN PEDIR QUE PARECIERA UN DAR...BESOS VENIDOS DEL PAÍS DE LA ILUSIÓN...¡CHIN-CHIN, EL MANDARÍN!
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