jueves, 19 de agosto de 2010

EL HUERTO INMEDIATO XIII



( capítulo decimotercero )

( foto del autor )

En lo que respecta al gorrino estado del menaje y utensilios de cocina, buena parte de la responsabilidad la tuvo el pato que pesqué aquel verano de grana y oro.

El ánade pertenecía a la portera agente secreto y habitaba en un patio interior, que era el mismo al que daban las tres habitaciones convertidas en huerto. Y me tenía harto de sus graznidos ininteligibles. Se trataba de hacer desaparecer limpiamente al pato, sin que la portera me denunciara en comisaría o, peor aún, a la CIA. Fuíme a una tienda de caza y pesca llamada Rehala y pedí sedal y anzuelo.

El dependiente me preguntó:
- ¿Cuánto sedal necesita Ud.? ¿De qué grosor? ¿De qué clase de pesca estamos hablando?
Contesté:
- Se trata de un pato azulón común y de un tercer piso. El edificio es antiguo y cada planta mide unos cuatro metros. Es decir, cuatro por cuatro son dieciséis, más otros cuatro metros de reserva, veinte metros en total.

El dependiente cayó preso de un ataque de risa y no me cobró sedal ni anzuelo, a pesar de sufrir un pinzamiento lumbar de etiología carcajeril.

Me compré la linterna más potente que encontré en la cacharrería del barrio, que no fue gran cosa si tenemos en cuenta que aquella España tenía de por sí muy poca potencia lumínica. Empecé a observar las costumbres dietéticas y el comportamiento etológico del pato, a fin de buscar el cebo adecuado. El bicho no se inmutaba cuando le tiraba lombrices de las que habían aparecido en el huertecico, en la tierra que yo cavaba y escardaba con tiento y con un almocafre granaíno. La pasta de dientes tampoco le gustaba ni, sorprendentemente, el jamón de york de California 21. Di finalmente con la clave: el tomate, siempre que fuera de pata negra.


Tras una noche sin sustancia, dejé que el curso de las cosas se precipitara. La madrugada del 10 de agosto pesqué al pato y lo subí a pulso hasta la tercera planta. De guillotinar al palmípedo se encargó mi amigo el pobre, que era revolucionario, jacobino y, por tanto, gran conocedor de las técnicas de Madame Guillotine. Conste que el anzuelo se hincó en el tejido córneo del pico, que no duele, según me explicó luego el profesor Franz de Copenhague.


El fracaso final de la operación pato a la naranja fue rotundo. La receta que habíamos recortado de la revista Semana no funcionó. Tiempo después aprendí que las piezas de caza, de pelo o pluma, suelen dejarse unos días para que sean invadidas por su propia flora intestinal, sin que el grado de fermentación llegue a modificar su gusto. Creo que los franceses lo llaman “laisser faisander”.

10 comentarios:

  1. Manuel jajajaja me parto de risa por tu febril idea de cazar el pato y cocinarlo a la naranja , todo un lujo de menú, está receta a la española pues los franceses la carne para que este tierna la dejan casi con olor a podrido , lastima que la receta fracasara y no estuviera en su punto pero con hambre todo esta muy bueno.
    Me imagino la cara de la portera cuando no viese el pato por el lugar habitual de siempre , estaría mosca y pensaría pato a la cazuela , pues en la ciudad no suele haber zorras como en los campo de los pueblos ,para comerse el pato jeje.

    Hay un dicho que dice así :Todo lo que corre anda y vuela a la cazuela y tu lo pusiste en practica.

    Un placer pasar por tu casa y leer tu nuevo capitulo del Huerto Inmediato, esperando el siguiente relato de tu huerto del alma.Un abrazo de MA para ti amigo.

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  2. QUERIDA MA: ¡EL PATO RESULTÓ INTRAGABLE! TENGO PARA MÍ QUE, ADEMÁS DE QUE NO TENGO NI ZORRA IDEA DE GUISAR, ESE PATO ESTABA CABREADO POR VIVIR EN UN PATIO DE VECINDAD. UN BICHO CABREADO NO PUEDE SABER A GLORIA BENDITA. OTRA COSITA...¡LA CIUDAD ESTÁ LLENA DE VULPEJAS! ¡QUE SÍ, QUE SÍ! ABRAZOS

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  3. Reafirmas mi teoría de que el reclutamiento de los mejores espías de la CIA o de la TIA - tanto monta-tiene, tenía lugar en las porterías de los bloques de vecinos. Qué perspicacia y sagacidad tenían las jodías porteras. Claro, cómo te vas a comer un pato cabreado, ni Bocusse en sus mejores tiempos fue capaz de condimentar con acierto un pato optimista imaginate uno amargado.

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  4. CONCUERDO, AMALTEA, CONCUERDO. EN LA EDAD DE LA INOCENCIA, SIENDO YO MÁS MALO QUE LA QUINA, CREÍA QUE ERA LA MISMA VAINA UN PATO LACADO QUE UN PATO CABREADO. LAS PORTERAS, LOS EXTINGUIDOS SERENOS Y LAS MADAMAS DE LAS CASAS DE CITAS...

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  5. jajajajaja Eres la reoca y tiro porque me toca, ese tomate pata negra son los que me gustan a mi, de la mismísima huerta murciana.
    La aventura de pescar al pato, o seria una pata?
    Es divertida.
    Te aplaudo Manuel y te abrazo

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  6. LA HUERTA MURIÓ A MANOS DE LOS CONSTRUCTORES...¡SE TRATABA DE UN PATO MACHO, PORQUE ERA INÚTIL Y GRITABA¡... SI HUBIERA SIDO PATA, SE HUBIERA QUEDADO A VIVIR CONMIGO...

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  7. Jajajaja!!! si es que la cocina no es lo suyo, parece que le va mejor la pesca.
    Buen finde

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  8. ¡CUARENTAYPOCOSAÑOS! ¡NADIE SE TOMA EN SERIO MIS ANDANZAS! EN REALIDAD, PIENSO QUE LO QUE HAGO MEJOR ES...¡NADA! BUEN FINDE TAMBIÉN PARA TI....ABRAZOS

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  9. Esto sí que fue pillar al toro por los cuernos, o al pato por el pico...menudo espectáculo "anadino" darías en el patio de la Comunidad...espero que no se convierta en deporte nacional (aunque algunos ya se encargarían de prohibirlo...)

    Lo suculento de pescar al pato no fue, evidentemente, su receta culinaria, sino esta exquisita prosa a la que nos invitas en un delicioso ágape semanal, con un anfitrión que además tiene un sentido del humor maravilloso.

    Un besito, a la naranja.

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  10. MI QUERIDA Y BELLA PROFESORA: QUIZÁ TENGA MÁS SENTIDO DEL HUMOR, QUE DEL AMOR...¡QUÉ QUIERES QUE TE CUENTE QUE TÚ NO SEPAS...!

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Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!