( capítulo VII )
Certifico que el día de junio que sigue a San Pedro, bien entrada la madrugada, Avelino y yo, silenciosos como hormigas meando sobre algodón, subimos a mano, por la escalera de servicio y con muchas fatigas, las tres grandes planchas que recubrirían el suelo y las otras doce destinadas a forrar las paredes de mi huerto hasta sesenta centímetros de altura. Con lamparilla de soldar, lija, hilo de estaño, estropajo de acero, una lima y unos guantes, aquel artesano que calzaba muchos puntos dejó listas las estancias que habrían de fructificar. Eso sí, la operación “huerto interior” duró casi las veinticuatro horas con que cuenta un día cualquiera.
Dormí lo menos que pude y me fui con el Renault cuatro latas a recoger los semilleros, plantones y semillas que había dejado encargados en los viveros de la Ciudad Universitaria que gerenciaba un tal Sr. Matallana. Éste me había aconsejado que utilizase una tierra con un tres por ciento de humus y buen equilibrio en su composición mineral.
Leí en un manual sobre cuidado de huertos y jardines que el método para regar dependía del tamaño del huerto, del flujo de caja del hortelano y de su estilo de vida. El manual provenía de la Oregón State University y me dio mucho que pensar. La tajante afirmación de que la decisión sobre las tres básicas maneras de regar, a saber, a mano (con manguera o regadera), por goteo o mediante aspersores portátiles dependía en buena parte de mi estilo de vida, me llevó a consultar a los filósofos presocráticos en busca de orientación.
Ni Parménides ni Heráclito me aclararon el enigma de la relación entre mi forma de vivir y el sistema de riego adecuado. Yo pensaba que el regadío de un huerto urbano sito en un tercer piso era cuestión que venía dada por la naturaleza de las cosas y no por la moral o costumbres de las personas. De todas formas, y ustedes perdonen, Parménides es gilipollas. Confiar todo al razonamiento, aseverando que lo que no es pensable según la razón, no puede ser, es desconocer que los pájaros no maman. Empezando por uno mismo. Me sentía y me siento más próximo a Heráclito con su teoría de la contradicción.
( lienzo del maestro ARCIMBOLBO )
Hola Manuel , la imagen del lienzo del maestro Arcimbolbo,es espectacular parece la señora portera Pilarica con el huerto cosechado en la cabeza a modo de tocado y por flor una alcachofa en el pecho y con cara de bruja mala jeje.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista para regar el huerto urbano , de tu vida , lo ideal es que utilizaras el riego por goteo programado o la regadera depende si te apetecía trabajar más en el ,con la regadera. En lo referente a tu forma de vivir en el manual se refería a el tiempo disponible para cuidar el huerto , creo yo.
Mil gracias por ofrecer un nuevo capitulo de tu huerto inmediato, con los calores del mes de agosto...que no se pueden aguantar en ninguna parte, solo con aire acondicionado si no somos alérgicos a el.
Besos de MA para ti amigo.
¿SERÁ POSIBLE, MA QUERIDA, QUE HASTA HOY HE VIVIDO SIN SABER QUE LO DE MI FORMA DE VIDA SE REFERÍA A MI TIEMPO LIBRE?...ESTOS YANQUEES SON LA MONDA LIRONDA...¡GRACIAS,HIJA!
ResponderEliminarManuel, tu estilo en literatura es genial, me encantò eso de: "silenciosos como hormigas meando sobre algodón", original frase junto a esta "Confiar todo al razonamiento, aseverando que lo que no es pensable según la razón, no puede ser, es desconocer que los pájaros no maman". GENIAL.
ResponderEliminarMe gusta leerte!!
Un abrazo de menbrillo y besos de cerezas del huerto
UVAS CON QUESO, SABEN A BESO...¡GRACIAS MARIAN!
ResponderEliminarEse huerto va tomando forma, pese a impedimentos y filósofos. Yo me uno a tu afinidad por Heraclito y en su gusto por el cambio incesante, de transformación, asi que no entiendo como ha de ser el riego en un ser cambiante.
ResponderEliminarA la espera de nuevo captitulo le dejo el calor de este sur que derrite hasta los besos
MISS 40:¡NADA ES,TODO CAMBIA! EXCEPTO NUESTRO RECÍPROCO AFECTO...
ResponderEliminarEl día 30 de junio de ese "gloricioso" año hortelano, plantaste la semilla de la duda existencial del propio "modus vivendi". Veremos qué cosecha dará...( por lo pronto, tiene una buena ración de humus filosófico...)
ResponderEliminarUn beso heraclitiano.