martes, 4 de octubre de 2011

Tiempo de crisantemos ( capítulo tercero )



La acción apestaba a película de la serie B, pero con un ritmo más lento que un film de Rohmer.

¡Se veía crecer la hierba! Y yo que no me aguantaba las ganas de echarme al coleto un Turkey con dos piedras de hielo…¡y un Chester sin filtro en un par de caladas!

Cuando no hay acción, suelo recurrir a tirar una piedra al tigre:
-Si vas a matar a una persona, no puedes dejar que nada te distraiga, so mamón, escupí al caraviruela.

El comemierda me miró como las vacas al tren, momento que aproveché para
marcarme un farol de los de antes de la guerra:
-Sin que sirva de precedente, tengo una idea. Escúchame: ¿por qué no nos largamos tú y yo y nos cargamos a otra persona? ¡A tu mujer, por poner un ejemplo!

El cornudo maqueado con un traje de mil pavos se rascó la entrepierna y cantó la Traviata:
-Trato hecho. Toma mi revólver. Te espero en un par de semanas en Atlantic City. En la mesa trece del blackjack del casino de mi hotel, el de siempre.




Salí por patas con su blackjack del 38. En esta puta vida hay que ser flexible y no casarse uno ni con su propia opinión. Hubiera sido mejor no haber conocido a la pelirroja pecosa, pero sienta bien estar vivo y con un bourbon en la mano.

Me acodo en la barra de mi bar favorito, me agarro con ansia a mi vaso de bourbon y le pego más caladas a mi cigarrillo que niño de pecho a teta materna. Un barman que merezca la pena tiene que ser circunspecto, estar alerta, ceremonioso sin ser pelota, adusto pero también amable y... tener algo turbio en la mirada. Ôsip, el hombre que me pone las copas, es ruso y circunspecto, ceremonioso, turbio y adusto y todo eso pero elevado al cubo. Inquiere:

-¿Mal día?

Ôsip es el único ser vivo que me puede preguntar algo así. Tan jodidamente obvio.
-No peor que todos los transcurridos desde que desembarqué en Normandía.

Ôsip secaba una copa de martini como un cura a su patena. El hombre del bar sabía que su preguntita no había sido una buena pregunta y pasó a un asunto fáctico:

-Su secretaria ha dejado este sobre para usted.

Dentro había una citación de la corte de justicia para comparecer en la vista oral del puto pleito que mi ex me tiene puesto por impago de su puta pensión por alimentos. Despacho el whiskey, pido otro doble, y propongo a Ôsip:

-¿Quieres convertirte en cómplice mío? Asunto rentable.

(las ilustraciones son de George Grosz)

13 comentarios:

  1. Manuel, Me tienes enganchado a tus crisantemos y ahora para acabarlo de rematar lo ilustras con George Grosz, el expresionista este que tanto admiro.
    salud
    Francesc Cornadó

    ResponderEliminar
  2. El tiempo de crisantemos está resultando interesante, seguimos con buena acción, creatividad y buen humor.
    Esperando el próximo.
    Saludos

    ResponderEliminar
  3. ¡Gracias Francesc! A mi regreso de viaje que emprendo mañana, publicaré el poema del que te hablé.
    Salu2

    ResponderEliminar
  4. Mapi-Pi-R, tu comentario tan estimulante como siempre ¡Gracias de corazón!

    ResponderEliminar
  5. Hola Manuel M.
    Tiempo de crisantemos se pone al rojo vivo, con este capitulo dando intriga en el siguiente más aun esperando estoy el desenlace de convertirse cómplice.
    Me gusta tu trama al escribir los capítulos es de tipo duro.

    Buen viaje.

    Besos de luz para ti Manuel.

    ResponderEliminar
  6. ¡Gracias MA! Son pequeñas pruebas que me impongo...Abrazos

    ResponderEliminar
  7. Esto se pone interesante. ¡¡¡¡Quiero máaaaaaaaasssss!!!
    Mis besos más guerreros

    ResponderEliminar
  8. estoy atrapado en el relato!!!!,te sigo ,te sigo!!!!!!

    ResponderEliminar
  9. 40añera, si quieres más, más tendrás...¡Guerra clamó ante el altar...!

    ResponderEliminar
  10. murci ¡Seas bienvenido! Sigamos las huellas...

    ResponderEliminar
  11. Recojo pequeñas hojas de crisantemos por el camino, tras un tiempo de andar perdida en otros menesteres que no por menos "creativos" están siendo menos intensos y acaparadores.
    Seguiré recogiendo, querido niño Manuel, las miguitas que dejas caer, las huellas en el sendero de tu palabra.
    Mil besos, corazón.

    ResponderEliminar
  12. María, corazón tan rojo, tú en Madrid y yo en París...¡Cuéntame y exagera!

    ResponderEliminar
  13. Hola, paso a conocerte y leer. Fue un placer pasear por tus letras. Te dejo un beso, cuidate.

    ResponderEliminar

Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!