Amo los días de
noviembre: vino nuevo y crisantemos...
(Antonio Carvajal)
Me
levanto de la piltra con la osamenta más dolorida que un saco de boxeo de un
gimnasio de tres al cuarto. Abro el "frigidaire" y me sacude una peste agria. El
brik de zumo está más caducado que mi licencia de armas
de detective de tercera. Nada. Ni
leche, ni bacón, ni huevos. Nada con fe de vida. Nada que no tenga una costra de moho color verde-moqueta de casa de
putas. Le pego un mordisco a un
manojo de apio viudo. Supongo que
las píldoras de cafinitrina no sirven como desayuno.
El
agua de la ducha sale fría y de color tierra. La profesión de rastreador y
trampero de adúlteras no da ni para agua caliente. En cambio las starlets bien
que se lavan sus bajos tantas veces cuantas les sale de ahí mismo ¡Joder! ya sé
que la justicia no es cosa de este mundo, pero…¡diantres, a veces duelen las
comparaciones!
Me
largo a mi bar a desayunar un par de bull-shots bien cargados de vodka, con un
puñado de cacahuetes revenidos y salados como algas plateadas por el sol. Ôsip
no estaba. No quise preguntar. Igual andaba arreglando los papeles de su jubilación o bien se había abierto
para chivarse al Mono. Un puto
detective privado de mierda debe saber
barajar un abanico de posibilidades. Sobre todo para tratar de sobrevivir a todas ellas. Aunque jamás sea
para mejorar.
Decreté
tomarme el día libre aunque, fuera a beneficio de inventario. Agarré
el tranvía, camino del zoo, para ver mis semejantes y otros animales, en tanto se aclaraba mi panorama
color de hormiga. Las cotorritas y
yo nos jamamos una hermosa bolsa de palomitas con ketchup. El ardor de estómago no tiene que ver con
la comida ni con la bebida, que lo
da la mala leche que uno va criando.
Y se alivia con un buen trago de jarabe de Maalox.
Me
sueno los mocos con mi pañuelo de dudosa reputación, con
la mala estrella de que se me pega al paladar un pelo del vello púbico de la pelirroja. Con el centavo que me quedaba levanté la
tapa de mi reloj y ahí fue que
guardé el fetiche. Nunca enteraré de por qué me traicionó esa gachí, cuando
estábamos a punto de lograr lo más difícil: pasar el purgatorio en este perro
mundo.
Hacía
mucho tiempo que, en una noche aciaga y en un honky-tong conocido como Club Le
Citizen, me presentaron al Mono y me dio por hacerme el gallo:
-Siento
haberte conocido, le dije.
-Aún
no, amigo, aún no lo lamentas, me dijo el temido Mono.
Muy cínico y amargado es tu detective, digo yo, que podrías darle alguna alegría, por ejemplo que se le cure la úlcera de repente. En plan milagro.
ResponderEliminarHubo un tiempo en que el detective amargado y cínico también quería cambiar el mundo...¡Gracias Amaltea!
ResponderEliminarEl personaje de Grosz es la fiel personificación del ardor de estómago crónico.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Francesc Cornadó, en aquellos años no se había inventado el omeprazol...Salu2
ResponderEliminarPaso a dejar mas que un saludo gran poeta...la magia de tus letras me tranporta,muchos abrazos y un brindis por el paladar de lo bueno.
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