(Cezanne)
Habló así:
- No te enfades por pequeños contratiempos. Tampoco por los grandes pesares. Tienes muchas vidas para ser feliz. Cuando crezcas, siembra esta semilla en tierra por ti bendita. ¡Ah! primero debes ablandar el grano en agua caliente durante tres semanas, a contar desde la luna nueva de enero de cualquier año impar.
Pregunté:
- ¿Qué árbol será cuando fructifique?
Escuché su respuesta:
- Un árbol sagrado, pues es simiente del gran árbol de Bo, donde Gautama “El Despierto” tuvo su iluminación. Es el árbol de la ciencia.
Me dejé conducir por el chófer hasta la vana celebración familiar. Pero aquella tarde yo había aprendido de mi tía hindú un principio de incalculable valor espiritual. Me reveló que la tradición de su tierra favorece el abandono de la vida convencional al llegar a cierta edad, después de haber cumplido con los deberes de familia y de ciudadanía. Ese sabio consejo no me fue arrebatado nunca.
Pasó tiempo y tiempo. Muchos años. A principios de mil novecientos y tantos entendí llegado el momento de seguir la exhortación de mi tía abuela, ex–maharaní de Srinagar. Y de hacer fructificar el tesoro que me había legado su sabio marido.
Buenos consejos te dio tu tío y mejor regalo recibiste.
ResponderEliminarUna semilla mágica , un tesoro.
La semilla del árbol de la ciencia en tus manos.
Todo comenzó un día , cuando dejaste de ser niño y te convertiste en un muchacho con madurez de adulto.
Entonce fue cuando todo empezó a florecer en tu huerta y en tu vida...Te abriste al mundo del saber.
Esperando el siguiente capitulo cuando gustes.
Besos de luz y que pases buena tarde.
MA.
excelente relato y un pintor de los mas grandes besos
ResponderEliminarLa elección de la pintura fue excelente Manuel.
ResponderEliminarPreciosas palabras, aunque suaves con mucho significado. Seguroa estoy que encontraste respuestas más temprano que tarde a aquella historia...
Espero lo que sigue.
Un beso
Yo no te quiero inquietar, pero haz memoria sobre cómo acabó esto de cultivar el árbol del conocimiento en otro lugar. A mí, cuando cambia el tiempo, aún me duele el vacío de esa costilla por la que al final partimos al destierro... Lo mismo recuerdo un poco mal la historia, porque ya ha pasado un cierto tiempo. Besos.
ResponderEliminarHay en ese texto elixires, clarividencia, nirvana y olor a incienso de rosas. Un maestro naturalista y esotérico, con una enseñanza misteriosa y un alumno aventajado que supo aprovechar la energía pacífica que le ha protegido hasta hoy.
ResponderEliminarUn abrazo Manuel.
La semilla del árbol de la ciencia y de la vida donde el Buddha encontró la iluminación.
ResponderEliminarMaravilloso regalo que te iba a enseñar a controlar el sufrimiento, condicionando el devenir de los acontecimientos y dejar fluir el apego por las cosas y los seres... paso a paso...
Magnífico Cezanne en la cima de tu recuerdo y voluntad.
Mi beso lleno de placidez en tus verbos.
Tuviste unos tíos que supieron darte todo lo bueno de ellos, y supiste aprovecharlo.
ResponderEliminarSigo