( foto del autor y protagonista del relato
poco antes de ser detenido )
( octavo capítulo )
En Fribourgo me matriculé en L’École Benedict para seguir un curso de lengua y literatura francesa. Los tres amigos españoles armábamos tal algazara que las clases se interrumpían sistemáticamente con este estribillo del profesor suizo: “messieurs les espagnoles, là bas, ¿de quoi rigolez vous?”. Yo me reía del profesor, un ridículo tipejo de la bas ville.
También me regocijaba de tener 18 años y haber ligado ¡en la parroquia del pueblo! con una italiana atractiva, simpática y cariñosa. Fue en una fiesta para estudiantes extranjeros. Se llamaba Ligia y era pelirroja, con pecas y una espetera admirable. Un auténtico torbellino toscano. Me recordaba a Monica Vitti, pero a la pata la llana y con más raza si cabe. Parecía un personaje de Fellini/Antonioni/Dino Risi.
Y yo contabilizaba mi segundo ligue extramuros, que el primero fue con una inglesita llamada Wendy a quien conocí en el Mar Menor, donde la guiri se ocupaba de desasnar a unos niños ricos y borricos, hijos de un exportador pimentonero. La joven institutriz estaba tristona y debió juzgar que el único mozo potable del lugar era yo, modestia aparte y mejorando a los entonces presentes. Yo no hablaba inglés. Ella, cuatro cosas en español con acento de “hay bueyes en el rebaño”.
Pero nuestro pequeño romance de verano nos ayudó a sentirnos iguales entre nosotros y distintos de los demás, de aquella troupe de vándalos, tanto indígenas como veraneantes. Si hablo de ligues no vernáculos me tengo que acordar de un beso que me dio una niña francesa, en el verano de preu. Acaeció en el portal del hostal donde se hospedaba en la Gran Vía. Pronto aprendí que en París las personas se besaban así, en la calle, en aquellos años todavía de represión para los españolitos.
Los niñatos que se pasean hoy con banderas sin el escudo constitucional, si hubieran padecido o padecieran en sus carnes episodios semejantes, quizás gustarían menos de la autoridad, de los bigotes y de las hazañas bélicas.
Si hablo de una primera detención es porque hubo una segunda, también con chica y por igual delito: retozar junto al mar en playa y hora desiertas. Esta vez, tres o cuatro veranos después, la chica era de un guapo subido, un cañón del Colorado de fabricación española, y con más peligro que una piraña en un bidé. Ella y yo estábamos a lo nuestro en noche de plenilunio en la calita rocosa de Cabo Roig. La historia fue un remake de la anterior y mi cabreo mayor porque perdí una lentilla en el incidente. Para los jóvenes y jóvenas que seguramente no me leerán, diré que mis lentillas, de rígido cristal duro, fueron de las primeras que adaptó en Madrid la doctora Carmen Tato (“microlentillas de contacto”), en la calle Jacometrezo de Madrid. ¡Casi ná! ¡Ah! también perdí las 250 pesetas de la multa. El honor de la rubia niña pija salió indemne del trance, pues conseguí que el sargento no tomara los datos de su documento de identidad. El mío bien, gracias. En el fondo, y casi en la forma, en el cuartelillo tenían ganas de aplaudirme.
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Hola Manuel que tiempos más grises.....antes todo era pecado ....y todo estaba censurado.
ResponderEliminarUn abrazo de MA para ti querido amigo.
Hablas de lugares que me son tan conocidos...
ResponderEliminarEl Mar Menor (La Ribera) donde cada año íbamos a veranear con mis padres, Lo Pagán, Cabo Roig, La Torre...
Qué años de adolescencia! aunque nunca estuve en el cuartelillo de ningún sitio (lo del colegio de monjas imprimía carácter y mi padre, tambien).
Besos con sabor a nostalgia.
¡Qué hermosa criatura la que muestra esas fotos¡...¿Qué te da?. ¿Nostalgia?. ¿Tristeza?.
ResponderEliminar¡Yo no quiero, no quiero¡..hacerme mayor. Miedo me da pensar en eso. He nacido para ser siempre joven.
Un beso muy grande, Manuel...¿Y que cumplas muchos más?...
P.D. Perdóname por este comentario tan a la "pata la llana"...Sabía que íbamos a venir todas con flores, no a la virgen, sino a éste escritor, fotógrafo, periodista y demás.
Otro beso rogándote me perdones.
Vaya! yo con 18 saboreaba besos salobres en arenas negras volcanicas si miedo más que a leguas viperinas que acudieran con el chisme a mis padres, no fui detenida como usted que en aquellos tiempos peco de reincidente.
ResponderEliminarMis besos
SÍ, MARÍA, SÍ:
ResponderEliminarSan Pedro del Pinatar, San Javier, Los Alcázares, Los Urrutias, Santa Pola...pastel cierva, caldero con mújol, hueva de ídem...
Besos murcianicos
MARIÁN, QUERIDA...¿Y...QUIÉN TE DICE A TÍ QUE NO SIGO SIENDO VIRGO?...LA EDAD SE PASA CON LOS AÑOS...BESOS
ResponderEliminarCUARENTAÑOS:LA REINCIDENCIA ES LA MADRE DE TODA LA CIENCIA...BESO Y ABRAZO
ResponderEliminar¡Virgo¡... Yo soy libra, y a pesar de eso me gusta hacer locuras...Jugarretas de la Luna...no?
ResponderEliminarUn tímido beso...de los mejores que te puedo dar tímidamente...
Bueno Manuel yo creo que deje un comentario en el capitulo de este post y no se que paso con el, no se , no se.
ResponderEliminarQue años aquellos en los que eras mayor de edad y tenias todo un mundo por descubrir,y por vivir con el niño y el hombre que tenias dentro de ti , en un país gris y sin libertad, se abría un abanico de colores en tu vida con las chicas . La imagen de tu retrato, es juventud preciosa, la de los grises impone respeto.
Un abrazo de MA para ti amigo.
QUERIDA MARI ÁNGELES:
ResponderEliminar¡NO SÉ! ¡NO SÉ! ¡CUALQUIERA SABE! ¡VAYA USTED A SABER!¡NI SE SABE!¡NO SÉ QUÉ TE DIGA!¡QUIÉN SABE DÓNDE!¡"ANDE PIJO ESTARÁ"!
Lo siento. Tus leales y constantes comentarios son la columna vertebral de mis blogs. Te abraza tu amigo Manuel Mª.
Fueron tiempos en que el amor, incluso eso, era mal visto; aunque cualquier excusa era buena para meter las narices en los amoríos del vecino.
ResponderEliminar¡Qué episodios " extramuros" más interesantes!
Muestras una edad llena de tanteos y vivencias; eso me ha encantado, Manuel!
Buena semana...