domingo, 16 de mayo de 2010

AL VIEJO ESTILO II



( capítulo segundo )

Aquellos calurosos y asilvestrados veranos de mil leguas imprimían carácter. La luz de Levante y la cálida naturaleza de una finca de monte bajo mediterráneo, con sus bancales de labor, invitaban a vivir a la pata la llana. Sin más contacto con el mundo de afuera que los viejos aparatos de radio que sólo recibían, y eso por la noche, emisoras árabes del otro lado del Mediterráneo y, nunca supe por qué, Radio Andorra. Una voz puntiaguda de una chica cantaba “aquí Radio Andorra, emisora del Principado de Andorra”. Yo me sentía bienaventurado y en mi elemento. Había caído de pié en una especie de rústica felicidad que adormecía los espíritus pero mantenía bien abiertos mis sentidos.


En mi colegio apenas si mandaban tareas para el verano, salvo la de rellenar un cuaderno de vacaciones y el ritmo de cada jornada era muy parejo al propio de los labriegos y jornaleros, cuyas familias vivían en casas diseminadas por la dehesa. Las faenas del campo marcaban el día a día. Cuando empezaba el veraneo era ya la época de trillar con mulas en las eras, la de recoger tomates y pimientos, melones y sandías, y las frutas y verduras de las huertas que se regaban con agua de pozos y acequias.

Si la cosecha de tomates y pimientos era muy grande, las mujeres de los jornaleros se afanaban en abrirlos por mitades y extenderlos a secar al sol en las eras, cuando éstas habían cumplido ya su función y el grano estaba recogido y entrojado. Algunas noches era preciso y precioso tirar cohetes en las eras para provocar que los conejos salieran disparados y dejasen de comerse los pimientos ya medio secos. Recuerdo muy bien que, a la mañana siguiente, deshacíamos con la mano las cagarrutas de los conejos y nuestras palmas se quedaban llenas de un polvo seco que era puro pimentón.
 Eran noches en que habíamos de encerrar a los dogos que guardaban la Casona. Ena se llamaba la perra madre. Sus cachorros, blancos y negros, eran primorosamente bellos.

5 comentarios:

  1. Tus recuerdos de una niñez tan feliz son tan entrañables como nítidos. Tienen el sabor de esos veranos que se nos instalan en lo más profundo del alma y que ya no quieren marchar.
    Precioso viaje en el tiempo.
    Un fuerte abrazo, Manuel.

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  2. Hola Manuel,

    Más allá de leer me pareció estar contemplando una escena colmada de añoranza y gozo.

    Son hermosas las evocaciones y que sensación tan grata dejan cuando se les llama.

    Un beso.

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  3. "Pura vida" amigo Manuel...la tuvimos tambien en nuestro país

    Un abrazo y gracias por hacer que vuelvan mis recuerdos de infancia.

    Maite

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  4. Manuel me encanto leer tu entrada de blog , te diré al leer tu relato y llegar hasta los pimientos secos y los tomates partidos por la mitad y secados al sol ,me recuerdan que se llaman orejones a los tomates secos al sol, en nuestra tierra granadina.
    Un placer visitar tu hermosa casa, y dejarte un comentario amigo.

    Besos de MA

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  5. Vaya recuerdos, como se graban verdad?
    Yo lo he metido en una de mis novelas.
    Besotes

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Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!