jueves, 13 de mayo de 2010

AL VIEJO ESTILO I



Por disposición paterna mi familia veraneaba un año en Granada y otro en la dehesa de Campoamor, provincia de Alicante. Veranear significaba pasar fuera de Madrid los tres meses del estío, más una propina hasta bien entrado octubre, hora de enjaularse en el colegio.

La dehesa era propiedad de unos amigos de mis padres, sin hijos. Dos mil quinientas hectáreas de pino carrasco, lentiscos, algarrobos y almendros, con costa propia, en medio de aquella España pobre y autárquica. Aún no se olfateaba la llegada del turismo ni los villanos atentados contra la ecología y el buen gusto que traería de su mano el estirón económico de manos puercas. ¡Torres de hormigón a orillas del mar! ¡Habráse visto!

Fuimos, sin saberlo, la última generación que pasó sus vacaciones al viejo estilo. Nadie nos obligaba a estudiar idiomas o cosas útiles para el futuro. El tiempo, infinito, era todo para nosotros. Aprendimos a no hacer nada, como enseña el TAO. A no hacer-haciendo.

La vieja casa ,con más años que un palmar, quedaba retirada del mar. Una tartana con una mula nos llevaba al baño diario en la caleta de la playa Yo solía ayudar a Pepe, “el de la tartana”, a enganchar la mula al carruaje, operación que requería tener muchas manos, y más para un crío de ciudad.

Cabe al mar,cambiábamos nuestras ropas en una casita que llamaban “La Barraca”, que tenía un aljibe con agua dulce. “La Barraca” estaba decorada con redes, boyas de grueso cristal verde, salvavidas de corcho y estrellas y conchas de mar. La hélice del motor fuera de borda se sumergía, para protegerla del salitre, en una gran barrica con agua dulce. Después del baño en el mar nos quitábamos la sal de la piel por el sencillo procedimiento de verternos encima el agua de unos barreños templados al sol en el patio de la barraca.

Algunos días la yaya Sagrario llevaba a la playa unos cestos de mimbre para alargar los baños hasta la noche. Tortillas de patatas, filetes empanados, ensalada de pimientos rojos y verdes, sandías y melones puestos a refrescar en lebrillos con barras de hielo cubiertas con sacos. Higos y brevas dulces, albaricoques de secano, melocotones pequeños y prietos. La siesta se dormía en colchonetas de paja sobre el suelo empedrado de guijarros y cantos rodados del porche de la barraca.

7 comentarios:

  1. Hola Querido Manuel me ha encantado tu relato de tus vivencias de niño en vacaciones costeras en el mar .... y sobre todo el placer que tenia que ser estar tres meses fuera de Madrid ,disfrutando a tu aire y experimentando cosas nuevas en el día a día tu estancia en el lugar , rodeado de pinos y naturaleza y mar ...todo un lujo si señor.
    Espero que en el siguiente capitulo nos cuentes tus veraneos en Granada que también de vieron de ser un sueño visto y vivido con los ojos de un niño avispado y listo...

    Un abrazo de MA para ti amigo .

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  2. ¡MARÍA DE LOS ÁNGELES CUSTODIOS! TE CONTARÉ TODO LO QUE DESEES...VOLVÍA A MADRID ASILVESTRADO Y SIN RECONOCER LAS CALLES DEL BARRIO ¡LIBERTAD SACROSANTA! TE HE PREPARADO UNA SORPRESA...

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  3. Como mejor se aprende es, como dices, "haciendo sin hacer nada". Bendita mujer la yaya Sagrario, he cenado el contenido de sus cestos de mimbre.
    Emotivo viaje en el tiempo, con la pulcritud literaria que te caracteriza, Manuel.
    Esperaré a que termine la siesta en la lorquiana "Barraca" para apuntarme como gata curiosa a tus andanzas veraniegas... que prometen...
    Un besito.

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  4. ¡QUÉ BIEN CONOCES LO QUE FUE LA YAYA PARA NOSOTROS! Te escribiré para contarte lo que he escrito sobre ella...También para ofrecerte mi nuevo blog...BESOS Y ABRAZOS...

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  5. Esos veranos infinitos que ocupaban y desocupaban corazones e infancias. Qué suerte has tenido, Manuel, de poder disfrutarlos, antes de que llegase todo lo que nombras!!

    Abrazos desde el Atlántico!

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  6. ¡SENTIDOS, DADME EL NOMBRE DE LAS COSAS!
    ME HUBIERA GUSTADO SER NIÑO EN TU GALICIA...
    ¡GRACIAS DULCE NEREIDA CELTA!

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  7. Que bellos recuerdos, yo recuerdo la noria y la algibe del huerto de mis abuelos, los higos chungos que me siguen gustando bien fresquitos d e la nevera.
    Tantas cosas del campo de Cartagena!!
    Todo recuerdos en contacto con la naturaleza, supongo que por ello me gusta tanto el campo, también monte en tartana y me subí con el tío Narciso en el trillo de la era, como picaban las pajillas jajaja
    besos

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Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!