martes, 19 de octubre de 2010

¡AL SOL DE LA BELLEZA! ¡LA PRIMAVERA! XIV



( capítulo decimocuarto )

Becaud, Brassens, de un lado. De otro, Modugno, la Vanoni, la Zanicchi, Milva, Mina. Más abajo Richard Anthony. Marie Laforet, Sylvie Vartan y France Gall eran más de ver que de oír. Igual que la Hardy. Para las tardes lluviosas frente a la chimenea de la casita de Brunete. A Ada le gustaban Dylan y Joan Baez, incluso el plasta de Leonard Cohen. A mí, el rock and roll de Bill Haley y sus cometas. La relación de Antonio Ron con Ada era curiosa. Por un lado, como todos nosotros, estaba loco por sus huesos. Por otro, celoso de mi cuelgue por ella. Son sentimientos ambivalentes, normales entre amigos, aunque no fuéramos ninguno “confusos sexuales”.

El Ron no tenía nunca un duro. Literalmente. Su trabajo en el Instituto Nacional de Previsión daba para mal comer su familia y él. Le vi fumar colillas de cigarrillos ya fumados, que arramblaba de los ceniceros de cualquier casa o bar. Salía a la calle, y yo con él de lazarillo, a buscar una moneda caída en el suelo. Antonio Ron conocía mucho a un ginecólogo progre, el doctor Hernández, quien nos proveía de recetas de píldoras cuando alguno del grupo se ennoviaba. Con extranjeras, claro. Salvo Ada, que fue una de las primeras españolas de clase burguesa usuaria de la primera generación de aquel invento químico que, a no tanto tardar, trajo la revolución sexual a Europa, primero, y después a la España tardofranquista.

En las farmacias del barrio no despachaban ni preservativos. Y encima se permitían regañarte en voz alta, para avergonzar así al lúbrico adolescente que pretendía cumplir con su instinto, que no es tanto el de reproducirse sino el de jugar y gozar con el único deporte que no tiene reglamento. Mi generación ha sufrido no sólo la mutilación de sus derechos políticos y culturales sino la enorme represión del instinto más elemental y divertido. ¿Quién restituirá lo que nos hurtaron? ¡Que me devuelvan el dinero de mi entrada!



Es evidente que Ada no se afilió al clandestino PCE, partido comunista de España, porque el Ron acababa de dejarlo. Detenido en las redadas del año 56, Antonio se fue alejando del partido. El estalinismo no casaba con su natural asilvestrado. En la cárcel de Carabanchel el partido obligaba a distribuir los paquetes de ropa y comida que las familias hacían llegar a los presos políticos. En la navidad del año 57 la “señá” Antonia, abuela del Ron, le mandó a su nieto un jersey de cuello vuelto hecho con sus manos asarmentadas. El Ron se negó a la redistribución de los caramelos y chocolate que lo acompañaban. Así empezó su disidencia ideológica. Tiempo después, Antonio me dijo que no le gustaban los dulces, pero que se los había comprado su abuela “quitándose el pan de su boca” y que el cariño verdadero ni se compra ni se reparte con camaradas.

Ada coqueteó con el partido, pero... ni ellos confiaban en ella ni ella lo tenía claro. El Ron la decidió con su ejemplo. Al final de la carrera, Ada optó por ayudar a los comunistas, pero eso sí, desde su irreductible independencia de criterio.

8 comentarios:

  1. Si hubiera obrado de otra forma, hubiera perdido el espíritu que hasta ahora nos has ido desvelando.
    Sigo ensimismada tus venturas y desventuras con la diosa.

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  2. Me gusta su espiritud libre sin ataduras ideológicas, me gusta esa mujer, ya se que a ti también asi que tenemos un punto en comun
    Un beso, solo uno.

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  3. Cuarenta...¡nos gusta el mismo ser: ¿qué tal una pareja de tres! Dos besos...

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  4. ¡Ay María!En la parte más tierna de mi pecho...

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  5. Amigo Manuel
    Genial texto y la canción muy ad-hoc.
    Creo que Ada fue vanguardista en su época y tus vivencias me producen envidia sana

    ...et les yeux dans les yeux et la main dans sa main.....sigo con mi nostalgia dulzona

    Un abrazo

    Maite

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  6. ¡Muchas gracias, amiga Maite! Soy un convencido defensor de las bondades de la nostalgia, de la melancolía, saudade...y demás. No comulgo con las personas que rechazan una "cierta manera" de mirar el pasado con ternura.

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  7. Hola amigo Manuel , entro a visitar tu magnifica casa como tengo costumbre de hacer y leer tus entradas nuevas de post.

    Preciosa la música y bello texto del capitulo XIV, donde cuentas episodios de una época que fue vivida por muchos hombres y mujeres de la época, que os toco vivir de represión y dictadura, y todo o casi todo era pecado en una sociedad que a la fuerza tenia que comulgar con el sistema y empezaban a tener cambios clandestinos los partidos políticos de otras ideologías.

    Un abrazo de MA para ti.

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  8. ¡Gracias MA! De vuelta a tu casa granadina, agradezco tu amistad y perseverancia. Abrazos.

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Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!