viernes, 17 de agosto de 2012

En este mar tercero



Conciencia plena 

Tú me llevas, conciencia plena, deseante dios, 
por todo el mundo. 

En este mar tercero, 
casi oigo tu voz; 
tu voz del viento 
ocupante total del movimiento; 
de los colores, de las luces 
eternos y marinos.

Tu voz de fuego blanco 
en la totalidad del agua, el barco, el cielo, 
lineando las rutas con delicia, 
grabándome con fúljido mi órbita segura 
de cuerpo negro 
con el diamante lúcido en su dentro.

                                 (Animal de fondo) 

El poema es de Juan Ramón Jiménez; la ilustración,
 de Gerhard Richter.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Escribir es libre y barato



(foto tomada por el autor)

Escribir es la cosa más libre y barata que existe, aunque puede encorsetarse y encarecerse tan grata actividad si nos apuntamos a un taller de escritura.

Hoy en día es muy corriente que los ciudadanos, aborregados y amansados por las estructuras sociales y por los sistemas educativos, políticos y medios de comunicación, se entreguen con fruición al muy discutible deporte de pagar matrículas y abonos por todo tipo de cursillos, seminarios y otras zarandajas de ese tenor.

¿Que se encuentra usted un poco gordo? Pues, hale, a pagar la cuota de inscripción en un gimnasio.

¿Le tienta a usted la idea de escribir un diario? Taller de escritura al canto.

¿No sabe usted saludar en inglés? Academia que te crió.

¿Tu perro se niega a comer lo que guisas? Curso de cocina mediterránea ¡marchando!

Conozco a un tipo que quería viajar a China con el Corte Inglés y no se le ocurrió cosa mejor que apuntarse en una academia para aprender el mandarín.

Los cursos para aspirantes a fotógrafos son muy demandados por personas que no tomarán más instantáneas en su vida que las de su suegra y sus retoños.

No sean ustedes lilas, que bastantes cuartos no saca ya el Estado.

martes, 17 de julio de 2012

Goza ahora...


(Mujer Laure Albin-Guillot - Femme Nue Blonde, 1950)

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,             
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada                 
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Luis de Góngora
(Córdoba 1561-1627)


(foto tomada por mí)

jueves, 12 de julio de 2012

Una tarde empapada de aromas



(fotos tomadas por mí)

…una tarde de flores y verdura,
rica de cielo azul, sin un celaje,
y empapada de aromas y frescura…

Eulogio Florentino Sanz (Arévalo 1825-Madrid 1881)


jueves, 5 de julio de 2012

El hombre que espera una llamada



Las mujeres de la edad moderna están apagadas o fuera de servicio. O, lo que es peor, carecen de identidad, pues sus números de los portátiles “no pertenecen a ningún abonado”.
Si llamo, con mi móvil, a una mujer de la era moderna, normalmente se agota la batería de su portable a poco de empezar a hablar. Contrasta la energía de la mujer de hoy con las escasas prestaciones de sus pilas recargables.

Las chicas me dicen:

- Estoy en el parque. Te llamo luego, cuando llegue a casa.

Deben dormirse en el parque porque el móvil no suena luego. ¿Cuándo es luego para una mujer?

Espero en el restaurante. Una hora. Pasa, por tanto, una hora de la acostumbrada por mí para la cena. Tengo hambre.
- Ahora no puedo hablar. Voy conduciendo, no tengo manos libres ni apenas cobertura y la batería se está muriendo, me dice la rapaza que está citada y no comparece.

Pido un vino y apunto en mi cuadernito moleskine. Sumo: en los últimos tiempos, desde que desperté en la clínica, he invertido en esperar el santo advenimiento de las hembras, quinientas veinticinco horas con cuarenta minutos. Toda una vida.

- ¿Quedamos ya para mañana? Insinúo a una pelirroja de rizo natural.

- Mejor te llamo luego. Cuando llegue a casa.

Nada. Tan solo me llama mi tía Honorata. Desea que mañana la transporte al pedicuro, antes llamado callista.Al día siguiente, la mujer de la cabellera color fuego de leña, me manda un mensajito de letras: 

- Lo siento. Estaba cansada y me dormí viendo la tele.

Natural. La televisión es el laúdano moderno.

- Quedaste en llamarme, me atrevo a susurrar a una tercera.
- No pude. A mi prima le dio un cólico nefrítico. La llevé a urgencias en Alcalá, dice.
- Voy en un taxi. La calle está cortada y hay un tapón enorme. No me esperes. Te llamo luego, afirma otra.

He pasado de ser el hombre que duerme, a ser el hombre que espera.
- Pues no me esperes, que tengo que sacar al perro.
- Ya. Claro. Lo que pasa es que ya te he esperado una horita. ¿Me la devuelves? ironizo.
- Ahora no puedo. Luego te hago una perdida. No tengo saldo, contesta.
- ¿Por qué no me llamaste ayer? me dice al otro día.
- Quedaste en llamar tú, respondo.
- ¿Y eso qué tiene que ver?, replica la chica de Burgos.
- No quería agobiarte, mascullo.
- Corazón, contigo nunca se sabe. ¡Eres más rarito!, termina.
- A ti te pasa algo… ¿Tienes novia? Acusa otra bachillera.
- Ya sabes que no. ¿Quieres que hagamos de novios tú y yo? Le digo a modo de morcilla guasona.
- Hay algo que no te gusta de mí, sospecha en voz alta la sufragista.
- No es eso. A mí me gusta todo de ti, menos tú misma cuando te pones celosa, me atrevo a farfullar.
- ¡Anoche me colgaste!, me dice ella.
-No quería discutir. Nos hubiéramos dicho cosas irreparables, le digo yo.
- Pues dímelas ahora, añade.
- Cuando me veas triste y malhumorado, todo lo que tienes que hacer es quitarte la ropa. Tu desnudez me hace vulnerable, contesto con un pié en Gª Martin.
Aburrido y solitario repaso los mensajes que he recibido hoy:

- Sí, pero más tarde. No tengo batería…
- ¿Ya se te pasó el cabreo?
- Anoche te encontré muy raro. Espero equivocarme.
- ¡Hola! Ayer me lié y después me fui a la camita. Besitos muchos.
- Hazme una perdida, que estoy en el trabajo.
- Salí del fisioterapeuta y te hice una perdida. Cené y me dormí.
- Toc… toc… ¿Me llamas luego?
- En ké stás pensando en ste instante?
- Gracias por todo. Igualmente.
- Kuando kieras.
- Hola! Ya te has olvidado de mí…? Besos.
- ¿Duermes?
- ¿Te veo mañana?
- Pienso en ti y…
- ¡He soñado contigo!
- Mañana te veré. 
Pero nunca llega ese mañana.

- ¿A qué hora vendrás?
- A la que tú quieras, contesta.
- Quiero ahora, digo yo.

En esta noche oscura, me acuesto “…dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado…” (Juan de la Cruz, el fraile que no tenía móvil)

martes, 26 de junio de 2012

Aquella mariposa que voló...


 Fotos tomadas por mí, en
el Jardín Botánico de Gijón,
con teléfono móvil








Al apartarme con tus manos, me atraías

...¡Tu esfuerzo era tan falso, que aquella mariposa
que voló sobre ti, hubiese, combatiendo
sus alas con tus brazos, sido la vencedora!

Juan Ramón Jiménez
De Libros de amor

  

domingo, 10 de junio de 2012

Frutería "La Buena Estrella"



En mi barrio hay una Estrella
que refulge más que el sol,
y en su centro una sonrisa,
plena de luz y color,
que llena la mesa mía
de alegría y de sabor.


domingo, 27 de mayo de 2012

La vida se desnuda





La vida se desnuda,
sin más pasión ni rumbo que...
¡la aurora!


( versos sueltos de Juan Ramón, fotos atadas por mí)

domingo, 20 de mayo de 2012

Teorema de Eva



( foto Wendy Bevan )

Uno de sus amantes se llamaba Sándor y el otro se llamaba como yo, porque era yo.

El nombre de Sándor no se debía a que sus padres fueran imaginativos para la cosa de la nomenclatura, sino sencillamente a que eran húngaros.

Sándor y yo fuimos amantes de Eva allá por los años 90, no sé si simultánea o sucesivamente.

Tuve con ella una relación estrecha y breve. Estrecha porque su cama era small size y breve porque el incendio de nuestros corazones y cuerpos se extinguió en un invierno. Conocí a Eva en casa de unas amigas de vida alegre y el rayo que no cesa prendió en ambos la brasa de una pasión. Pero, como la memoria es traidora, también pudo suceder que me fuera presentada en una recepción que ofreció el Ayuntamiento de Madrid a un grupo de espeleólogos australianos y sin fronteras.

Cuando se acabó lo que me daba no volví a verla.

Andaba yo por entonces en otras "liaisons dangereuses" y ya se sabe que la mancha de una mora con otra verde se va. Me sumí una vida disgregada y cometí incontables insensateces, entre otras, con una seductora profesional fichada por falsificadora y estafadora.

Seguí mi camino y no volví a pensar, al menos en voz alta, en Eva. Quiso el destino que, cuando caí preso del vicio solitario de escribir, citara yo a Eva en uno de estos de mis relatos, en que procuro quedarme más bien corto que largo. La mano que mece mi lápiz me hizo poner nombre y apellido al personaje de Eva, así como su domicilio real en Madrid años 90, como atestiguan los huesitos de mis ronquidos.

El día 16 de octubre del año de la Rata recibo un correo electrificado de un amable señor llamado Sándor quien me cuenta que, hallándose en el trance de buscar en internet algo sobre un antiguo amor, se ha topado con mi blog. Al parecer Sándor conoció a Eva en 1986 en Buenos Aires. Tratóla allá y acá y perdió su estela en los años 90. Me pide ayuda para conocer sus coordenadas actuales. Respondí así:

“Amigo Sándor: no tengo ni idea qué pasó con Eva. No se nada de su vida. ¡Era preciosa!”

Sándor apostilló de esta manera mi mail con otro suyo:

“…y muy buena amiga. Muchas gracias de todas maneras”.

Sándor y la melatonina me removieron, durante un par de toledanas noches, el légamo de aquel estanque que yo creía más seco que el Mar de Aral.



Creencia errónea, como todas las mías.

Tales posos aventan el perfume de Guerlain que ella usaba, después que Sándor dejara escrito en mi blog el 24 de octubre, a las 6:05 a.m.:

“Quisiera lanzar un grito de esperanza a una amiga de antes (pero siempre presente), Eva, citada en el texto «Los huesitos de mis ronquidos»: Evita, no tengo noticias tuyas desde hace 20 años, pero pienso en ti a menudo y espero que, dónde tu estés, seas feliz. O si un día, por casualidad, caes sobre esta página: escríbeme por favor, porque te recuerdo y te extraño”.

A vuelta de electrón le digo a Sándor:

“Mil gracias por su bello y poético comentario dejado en mi blog. Palabras así me ayudan a escribir. Lamentablemente no sé nada de Eva. ¡Tan joven y tan bella!...”

Sándor me escribe el 28 de octubre contándome que marcha a Argentina pues aún no ha perdido por entero la esperanza de localizar a Eva. Y ello aún desconociendo si vive allá o, antes al contrario, en España. Tampoco conoce si casóse y ha cambiado de apellido. Sándor, que mal duerme como yo, al dormivela, me confiesa que todo el pasado le bulle por su cabeza desde los rincones de su memoria.

A Sándor le gustaría saber desde y hasta cuándo conocí a Eva, qué tipo de relación me unía a ella y, en resumen, y nada más y nada menos, que cuál es mi pensamiento sobre ella. Añade Sándor, con gracejo y sabiduría, que me pregunta lo anterior consciente de que Eva tenía varias vidas. Bailarina, modelo, empresario y courtisanne.

El 12 de noviembre me animo y mando a Sándor este correíto:


“Comprendo muy bien lo de las fotos de Eva. Nada debe hacerse sin su permiso. Simplemente se me ocurrió que su retrato en mi blog podría ayudar a su localización. No tengo datos de ella. Creo que la conocí en 1994, en una recepción en el Ayuntamiento de Madrid. Me parece que se dedicaba a las relaciones públicas. Fuimos amigos íntimos durante aquel invierno. En fin, eso es todo. P.D. Eva era bella e inteligente. Valiente y fuerte.”

Está claro que a Sándor le duele esa mujer en todo el cuerpo, creo yo. Y también lo es que su amor por ella está meneando el árbol de mis recuerdos. 


Eva amaba las ostras y más si se trataba de las carnosas, que los franceses llaman spéciales, a ser posible de la casa Guillaume. Era una mujer libre, viviendo en un país como el nuestro en el que la querencia por la libertad es epidérmica. Pensaba yo que el mundo era lo suficientemente abierto como para admitir ya mayores dosis de licencias y desopresiones. Su flor era la nomeolvides. Su color el azul y su pelo a lo garçon. 
Nunca antes había conocido a una mujer que durmiese con calcetines blancos de deporte.

Vivía la noche de la movida madrileña sin ser consciente de que eso iba a darse en llamar movida madrileña. Los fines de semana de aquel corto y cálido invierno me presentaba en su apartamento, de cuya puerta tenía yo un llavín, con una bandejita de bollería de Mallorca, repletita de torteles y croissants calenticos y envuelticos con su cordelillo blanco y la lazadita que dejan para llevarla colgandera de un dedo. Me gustaba su acento porteño tamizado por la meseta castellana. Bailaba el tango como ninguna.

Jamás se me ocurrió preguntarle por su vida nocherniega. Me bastaba con saber que los sábados y los domingos la tenía para mí solito. Me acompañaba, sin entusiasmo, a ver películas de arte y ensayo, que ella llamaba de parto y desmayo.


Aquel invierno andaba yo preparando una tesina sobre el valor alusivo de algunas categorías originales en la poética de tradición china. Me topé con un poemita, muy anterior a la era cristiana, que contaba que el poeta había encontrado a una bella mujer preciosa y blanca. El buen hombre exclama:“¡yo la he encontrado! ¡ella me conviene!”. 

Anteanoche me dio por evocar, no recuerdo si despierto o en brazos de Morfeo, que en algún lugar remoto y época pretérita creí reconocer, en foto de la jura de un gobierno argentino, a la mismísima Eva tomando posesión de la cartera de Planificación Familiar. No puedo prometerlo y no lo prometo, pero vive Dios que Eva era capaz de eso y mucho más.

No sé contar porqué murieron las matinés que dedicábamos a los juegos de cama. Es muy posible que no hubiera una declaración formal de ruptura de hostilidades sino que, simplemente, dejamos de vernos y sanseacabó. Dicho por corto y por derecho. El merequeté químico que habían organizado nuestros neurotransmisores, con la feniletilamina a la cabeza, extinguió el torbellino interno que nos tenía tontilocos. El méli-mélo de nuestros mezclados fluídos se transformó en compota de mirabeles y luego en nada. 
Hoy día 20 de noviembre de este año de las ratas de sacristía, recibo de Sándor sentencia sin recurso:

“Encontré a Eva. Le conté que había conocido tu blog y nos acercamos a un cíbercafé en el barrio de La Recoleta en Buenos Aires. Me dijo que tú, eras tú, pero que te llamas Carlos. A mí me da igual. Nos vamos a casar el sábado que viene en el juzgado que queda en la calle Corrientes. ¡Y chau!”.

jueves, 10 de mayo de 2012

Necrología prematura


Apreciadas e improbables lectoras:


Dado que no podré acompañaros en mi funeral civil, que no religioso, debéis saber que me propongo convocar un concursillo, reservado a mis lectoras más conspicuas, a fin de que sea redactado mi obituario.

El galardón para la necrología que resulte elegida por un jurado multidisciplinar e interclasista será el de su lectura por la propia autora, eso sí, cuando el que suscribe esté de cuerpo presente, no antes de haber partido de esta vida. Se admite el género lírico o elegíaco.

La nota necrológica que reseñe mi futuro, y ojalá muy lejano, fallecimiento, no debe ocultar mis rarezas ni flaquezas. Tampoco deseo ditirambos ni venganzas póstumas. Supongo que incluirá una breve referencia al personal universo de mi escritura. Y otra a mi gusto juanramoniano por la mujer.

Y nada más ¿De acuerdo? ¡No cotilleéis en demasía!

Vuestro,
Manuel Mª Torres Rojas

domingo, 29 de abril de 2012

Mi padre muerto


(de izquierda a derecha: mi hermana mayor, mi padre, tía Pepita y
un servidor con niky de rayas)


Pocos días antes de su muerte, mi padre recibió la extre­maunción.

Terminado el rito sacramental, tuve ocasión de que­darme a solas con él en la habitación de la Clínica Nuestra Se­ñora del Mar, en donde murió. Le pregunté por su impresión al recibir los óleos y me dijo literalmente: “emotivo pero no grato”. Contundente y en buen castellano.

Lamento ahora no haber tenido ocasiones para haber charlado tranquilamente con mi padre de lo divino y de lo humano. En los años en que a él le tocó ser padre y a mí ser hijo las distancias eran tales que hacían prácticamente imposible una comunicación franca y menos de tú a tú.

También echo de menos que no nos haya dejado escritas sus experiencias, por ejemplo, en tiempos de la guerra civil española. Nunca quiso hablar de ella. Carmen Laforet y Josefina Aldecoa, no mucho antes de morir, publicaron re­membranzas de ciertas etapas de sus vidas, niñez incluida. Tengo sus libros en la cola de espera, así como el más reciente de los hermanos Esther y Óscar Tusquets.

Todavía me afecta hoy hacer memoria de los juicios de intención que hizo “mon père” sobre mis propósitos en la vida, cuando le comuniqué, recién terminada mi licenciatura con Premio Extraordinario, que no deseaba preparar oposiciones. La conversación terminó abruptamente.

Todavía no había cumplido yo la mayoría de edad, que en aquel entonces se alcanzaba a los veintiún años. Y eso los hombres, que las mujeres habían de esperar hasta los veinticinco. ¡Qué disparate!

Mi yo de entonces no quería criar culo sentado en un cuarto de estudio memorizando temas de Derecho. Yo deseaba ganarme ya la vida, ligar con mozas y hacer cine. Satisfice, a mi modo, las tres vocaciones. Y fui libre unos cuantos años.


¡Lástima no conocer enton­ces el Tao! Hubiera procurado explicarle a mi padre que “intentar contro­lar el futuro es como usurpar el lugar del maestro carpintero. Al usar sus herramientas, lo más probable es que te cortes la mano”. Lo digo porque mi padre era Abogado del Estado y pensaba que tal desempeño era lo mejor y más seguro. ¡Qué coñazo!

Hoy, desde las lluvias de un abril cálido y de nuevo libre, me gustaría estar con mi padre para, sin palabras, decirle que le quise mucho. Aunque no me gustara su manera de ser con mi madre ni de pensar respecto de mí.


Y pasar con el padre una sobretarde en el zaguán de “Los Cipreses”, la finca familiar de la vega de Granada, que ya no es de labor ni de la familia. Sin habla ni parla miraríamos juntos la puesta del sol por encima de la línea del cielo de Maracena.

Ya lo dijo el poeta japonés:
“Con quien no habla
cuanto tiene en mente
paso una agradable velada.”



jueves, 19 de abril de 2012

En Dubrovnik con mis colegas y otros bichos II



Segunda parte

Anoche, de vuelta en el hotel, un enorme y viejo velero de dos palos y casco de madera estaba fondeado frente a mi habitación. No había luz en cubierta, ni música ni champagne, ni mujeres en paños menores encaramadas a las cofas de los airosos mástiles.

Esta mañana abro el ojo y busco el bello velero. Zarpado había ya…y ¡no eran ni tan siquiera las ocho de la hora solar!

Si los ricos y famosos que navegan a bordo glamourosos yates por los mares adriáticos se acuestan cual chachalacas y se levantan a la hora del campesinado, ¿para qué coños quieren ser ricos y famosos?

Los ricos, para cumplir con su función social, deben ser holgazanes, lujuriosos y pantagruélicos. Así dilapidarían en horas veinticuatro sus caudales, y algo llegaría a los infelices mortales que viajan enlatados en líneas aéreas de bajo coste.

La chica de Estonia coloca su ordenador personal a medio palmo de sus bálticas narices. Yo hago fotos al mar y a Dubrovnik con mi pequeña cámara compacta, así llamada sin que yo sepa la razón. Mi compadre croata es un monstruo de la palabra. Sabe todas las lenguas. “Idiomas y talentos” decían antes los rótulos de las carnicerías que vendían lenguas de reses y sesos de corderos. Se me hace raro escuchar a Mario Moreno Cantinflas disertar sobre las normas internacionales de contabilidad. ¡Qué discurso habría hecho el manito original, no más!

Comparto mesa y buffet con los colegas turco y albanés. Los alimentos, bien gracias. La conversación genial. Ellos en inglés y yo en francés. ¿Fingíamos entendernos o lo hacíamos realmente por intercesión del Espíritu Santo?

 

Mi colega Ulla, de Suecia, me pregunta, atenta y curiosa, sobre lo que escribo en mi block con tanta unción. Le digo que preparo una importante reunión para el lunes, a mi regreso a Madrid, cuando la pura verdad es que tomo notas para mis blogs y para vosotras, mis improbables lectoras. La mujer francesa, de apellido Obolensky y de familia rusa blanca, se ha escaqueado de la reunión de la mañana. Acabo de pillarla sudorosa y contenta, con compritas y paquetitos repletos de souvenirs. Todos amamos las pellas, pero algunos las practicamos con más arte que otros. ¡Vamos que, si yo me fumo una reunión, ni Dios es Cristo se entera  de que estoy dándole a mi tarjeta de crédito, que en mi caso es más bien de débito!

María, la austriaca, se lesionó una rodilla en la excursión adriática náutica que yo rehusé. Mientras tanto, un servidor se trajinó a fondo las callejas y plazuelas de Dubrovnik, por el lado soleado de cada rúa. Me topé con varias bodas en iglesias católicas. Curas y monjas, apostados en las escalinatas, recibían a los novios, siempre engalanados con trajes regionales. En cuanto te descuidas entonan canciones con laúdes, mandolinas, bandurrias y acordeones. Cantan y beben, y me convidan a vino resinoso al paladar.

¡Ah! Los cuatro casinos que hay en Croacia son de los hermanos Franco, gallegos ellos. Y el director del casino del hotel Excelsior en Dubrovnik es de Murcia. Se come bien por allá, por Croacia. Verdura, ensaladas, pescado y pasta. También en Murcia se come rico.

Me regaña un artesano local. Vende joyas de azabache. También prendas con granatitas. En su tiendecita, reparo en una vitrina con monedas antiguas de la república de Dubrovnik. Preguntado por ellas, el dueño se puso muy digno y me dijo que hay cosas que no se venden, que llevaban seis generaciones en su familia y que había hecho prometer a su hijo que jamás las vendería. ¡Qué bronca! Yo sólo quería un recuerdo numismático y, por ende, comparto con el colérico vendedor su creencia de que el cariño verdadero ni se compra ni se vende. Ingenuo que es uno.

De nuevo en casa, en la dura estepa castellana, certifico que los pájaros de mi calle son más pequeños que los croatas. ¡Mis colegas creían que las aves dálmatas eran golondrinas! ¡si serán pendejos! Menudos y con la pluma parda, ¡eran como gorriones porque se trataba de gorriones dálmatas, que también son criaturitas de los cielos!

viernes, 13 de abril de 2012

En Dubrovnik con mis colegas y otros bichos


(autorretrato)

Mi lumbago y yo viajamos a Croacia. En el hotel de Dubrovnik pregunto por la sala de reuniones. Me atiende una croata maravillosamente guapa. Por la terraza que da al mar pasea otra damisela preciosa. Hoy puede ser un gran día, ¡duro con él! Asisto a una reunión del Comité Ejecutivo de la Federación de Coolhunters y Trendsetters de la Unión Europea.

Mr. Gally (Reino Unido) lleva la libreta Moleskine -un taccuino legendario- que yo intenté comprar en Vinçon, en modelo equivocado. En vez del ruled notebook me llevé el japanesse pocket album. Entra en juego una traductora que habla francés peor que yo: vamos, que no se entiende un carajo.

En la habitación han dejado como regalito un Penkala, Budapest. Es el “lápiz mecánico” más antiguo del mundo (1911). Es precioso, pero no acierto a comprender su mecanismo que, por otra parte, parece escueto. Me dediqué a las letras porque soy incapaz de desentrañar el mecanismo de un chupete.

Navegan barquitos para turistas. De cascos elegantes, de madera, achatados, viejos.

M. Guido (Bélgica) no sabe hacer funcionar el micro. Que no le funciona el aparato, aunque me esté mal el decirlo. Sólo hay uno por banda. Y la mesa es enorme. Toma la palabra Mario Moreno Cantinflas, de Chipre.

La isla de enfrente está cubierta de cipreses, pinos, olivos e higueras. De genistas que estallan de amarillo. Y de lentiscales.

Observo a mis colegas y a otros animales presentes en la sala. El polaco: Jerry Lewis; la francesa: la gorda dormita; el irlandés: un peso pesado, la gran esperanza blanca; el islandés: se quita los zapatos y encima le pago el taxi, ¡vaya jeta Querejeta!; al danés le ha dado “un aire”, se ha quedado horas con el brazo levantado y un boli en la mano, no para pedir la palabra: es un aire, lo juro.

Ya es mañana, y hoy va de trabajo con los países asociados a la Unión Europea. Albania, Bulgaria, Rusia y otros. Rumania también. Mi colega rumano ha viajado once horas seguidas en bus. Supongo que el vehículo tendría retrete. Es “clavaíto” a Ceaucescu, espero que en lo físico solamente. La chica búlgara tiene rasgos orientales y es estática como la Preysler.

Hace bochorno, tal vez para compensar el frío que pasé anoche durante la cena en una terraza abierta al mar Adriático. Las voces de los cantores croatas eran preciosas, bien timbradas y con tonos que se doblaban y superponían.

He advertido a la asociación croata que me borre del programa náutico de mañana sábado. El “jodío” lumbago me dejará en tierra. No pienso mandar a mi espalda a luchar contra los elementos.

Trust and credibility. Todos los países presumimos de códigos de buenas prácticas, precisas legislaciones antiblanqueo y contra la competencia desleal, de severas leyes y lindos códigos de buen gobierno, ¡qué bonita es Barcelona, perla del Mediterráneo!, ¡los pajaritos cantan y las nubes se levantan!

Independencia. Professional ethics. Mercados libres autorregulados por una sana competencia, ¡viva España!, ¡transparency!
Todo puro cuento.



miércoles, 4 de abril de 2012

Ofensa en el sueño


(foto tomada por el autor)

La ofensa que me has hecho
en el sueño, me sigue echando sombra
-como una nube estacionada-
en el día, sin fin.

(Juan Ramón Jiménez)


martes, 27 de marzo de 2012

Crisis, depresiones y otras ruinas


(foto del autor)


Alejo, peluquero de fino estilismo, se pegó, en su moto, un porrazo de marca mayor y, desde entonces, el hombre anda luchando contra la depresión, mayormente recurriendo a manuales de autoayuda y a profesionales de dudosa titulación. Le hablan de pensar en positivo, de luz y de energías cosmogónicas y de todas esas zarandajas.

La chica de las flores dejó a su marido, fue diagnosticada de no-se-qué síndrome o enfermedad rara y sometida a un tratamiento cabroncete. Tiene fuerza y buen ánimo pero…el trastorno depresivo ronda su vida.

La mujer alta, natural de Guinea y de color franciscano, se lía con un bailarín y se queda embarazada. El bailarín niega, el bebé nace y ella venga a tomar “prozac” y, me dicen, a salir día sí y día también, previo cobro de su caché, en los programas “a l’eau de roses” de las televisivas cadenas de emisión, que se parecen muy mucho a las del retrete.

El pintor antillano y la chica inglesa que enseña inglés a niños ricos, ven cortado el suministro telefónico de su piso-chalet por falta de pago. Se deprimen y también se quedan sin conexión a internet.

Las parejas de mileuristas no pueden con las cuotas del coche, de la tarjeta de crédito y, ¡ay!, con las hipotecarias. Como, además las criaturas de la crisis del sistema capitalista, están acostumbradas a comer tres o cuatro veces al día y a utilizar, mañana y noche, cosmética aunque sea “carrefouriense”, no les salen las cuentas y, se pongan como se pongan, van y se deprimen.

Buena gente. Solo beben los fines de semana y son fieles a sus parejas, por amor o por rutina y demás miedos.

Ojo al dato: la Revolución francesa empezó con las revueltas por la carestía del pan. Y no digo más, que luego todo se sabe.

miércoles, 14 de marzo de 2012

El pensamiento de los ojos


( del álbum que va conmigo )


“Mirar, a veces, es pensar…
Nada mejor que este mirar lo cercano y lo lejano y lo lejano a norte, a este, a sur, a oeste, sentirse el alma colgada de los cuatro inumerables (sic) espectáculos…
Elejía (sic): el pensamiento de los ojos.”

(Juan Ramón Jiménez. Mis altamares. Elejía alegre. 1916)

martes, 6 de marzo de 2012

Amor no es encomienda



( foto tomada por mí )

Han tenido que ser muchos los años y las lecturas. Acaecidos unos, procuradas otras.
De amanecida, todo encaja en el terceto final de un soneto de Lope de Vega.
Quizá no el mejor, pero sí el más preciso:

"Niña, o te agrado o no: si no, despide;
si agrado, no consultes mi amor tanto:
que amor no es encomienda, sino gusto."

(Soneto 171. Lope de Vega. Rimas)

Me tomo la libertad de poner "Niña" donde Lope escribe un nombre propio de mujer. Y lo hago porque tal nombre coincide con el de una buena amiga mía...