domingo, 7 de junio de 2015

Encanto misterioso


Más que un sueño                                        __     

Atiéndeme, quiero decirte algo, que quizá no esperes, doloroso tal vez. Escúchame, aunque me duela el alma, yo necesito hablarte, y así lo haré...
PRIMERA ESTACIÓN:
CAER POR PRIMERA VEZ
Ahora que voy coger el tren, me pregunto que hago yo vestida con una gabardina de leopardo y zapatos con taconazo, doce de la mañana. Quién es ésta señora que se pasea instalada en mí por un andén de estación empujando semejante maleta, que yo jamás hubiera comprado.
La lucidez dura lo suficiente como para recordar el día en que él me aclaró, mientras abría los armarios de su casa, que era un hombre separado. Su mujer y él, según dijo, vivían desde hace algún tiempo en ciudades distintas, vidas distintas, pero ella había dejado todas sus cosas en la casa como si aún vivieran juntos. Pura civilización, savoir faire, máximo grado evolutivo de la especie: el eslabón perdido era yo.
Ocurrió en nuestra primera cita. Intenté no juzgar ni valorar. Había aceptado su invitación a cenar, me gustaba mucho. Me gusto muchísimo menos cuando me desveló que tenía la mayoría de los armarios llenos de ropa de mujer. Boecio vino en mi auxilio, me consolé pensando que ojalá no la tuviera para ponérsela.
"Cualquier día voy al Paralelo y sale cantando una de Sarita Montiel", pensé, crecida en la estoica escuela de mi madre, capaz de sacar fuerza para reírse de sí misma en momentos en los que la mayoría saltaría por una ventana.

... nosotros, que fuimos tan sinceros, que desde que nos
vimos, amándonos estamos...
SEGUNDA ESTACIÓN:
"EL PEOR POLVO DE MI VIDA"
Cuando una se siente bien, puede prescindir de lo mejor. Eso me parece sabio.
En algún momento de la noche tuve que ir al baño. Encontré un museo-gineceo femenino, sentí pudor e incomodidad y apenas me atreví a mirar, como ocurre siempre que estamos en habitaciones de personas que ni conocemos ni amamos: colonias, cremas, más colonias, más cremas, en un colgador todavía un albornoz de bano. "Su mujer está de viaje y volverá en unos días", pensé sin importarme gran cosa. No me sentí incómoda, no era asunto mío, no lo era entonces.
Volví al salón. Fuera del baño la presencia pasada de una mujer era imperceptible, solo veía una casa puesta a la medida de un hombre solo y por un hombre solo: buen gusto, deseo de orden, contención.
—Tengo una novia cubana, dijo en la sobremesa, después de haber intentado ambos varias conversaciones sin avanzar en ninguna dirección, ya a mil kilómetros de distancia el uno del otro.
—Es pintora, vive en Venecia y pasará esta Navidad conmigo; nos encontraremos el 18.
Lo consideré una invitación a marcharme. Esta vez si me pregunté, ahora ya sin la ayuda de Boecio ni de mi madre, por qué me había invitado a cenar en su casa después de intercambiar varios mensajes. Después sólo sentí un inmenso cansancio, ganas de salir corriendo y volver a casa a escuchar el silencio.
Me despedí torpemente, agradecí la velada, y corrí escaleras abajo.


… nosotros, que del amor hicimos un sol maravilloso,
TERCERA ESTACIÓN:
LE QUIERO, Y QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA
"Volvía a casa, paraba el tiempo del invierno y compraba manzanas amarillas que sabían como nuestros largos besos. Y amé aquel tiempo de gracia, contigo en cada cosa".

Llovía. Llorar bajo la lluvia es una de las formas de la dulzura. Solo
hace falta un mínimo entrenamiento para no acompañar el llanto con gestos poco favorecedores, pasar inadvertida, dejar que las lágrimas se mezclen suavemente con la lluvia.

Esta vez había suerte: un aguacero con frío intenso, tres de la mañana y la calle desierta; ni siquiera fue necesario evitar los gestos de dolor. Lloraba un llanto suelto y desbocado, de esos en que el cuerpo acompaña con fuertes sacudidas a las lágrimas, desmedido en cualquier caso para lo que lo provocaba, una forma de aliviar la tensión vivida durante la cena.

De la mano llevaba a la niña que fui cogida con fuerza, sonreía y bostezaba con el tranquilo cansancio de la noche que llega de repente
y nos acoge, apreté un poco más mi mano en la suya.

"Me  sigue gustando..."
"Es dulce..."
"Parece tener una borrachera de soledad..."
"Quizá no debería haberme marchado así..."
"Debí abrazarle y escuchar".

Fuerte aguacero mezclado con un aluvión de emociones y contradicciones; las dejé estar. Sabía que al final, con suerte, quizá alumbraran alguna verdad.

Guardaba toda la emoción en la boca del estómago, la taquicardia, el anhelo, aquella música que puso antes de decir que me marchaba. Hablamos mucho, con esa charla exhibicionista en que a menudo caemos cuando alguien nos gusta mucho y todavía los silencios no abrigan. En un par de ocasiones le acaricié el pelo, y mientras mi nariz buscaba el final de su cuello, algo familiar y antiguo me devolvió a mi infancia. "No es de nuestra jaula", solía decir mi abuela. Él sí, él era de mi jaula: la piel suave, el final del cuello, el olor de su pelo, sus besos... los más dulces.
Llegué a casa con la niña dormida en mis brazos. La llevé a la cama y la abrigué: sabía que esa noche haría mucho frío. Ya en mi cuarto llené la bañera y encendí velas. Kanawa cantaba un aria triste en Radio 2. Después de meterme en el agua tibia me permití el inmenso cansancio de después de las emociones, me dejaba llevar por el agotamiento sumergida en agua tibia, sabía que no dormiría. Con los ojos cerrados intenté prepararme para una noche de insomnio, lucidez cegadora de esas madrugadas sin piedad en que la soledad te hiela el corazón.


...nosotros, que nos queremos tanto, debemos separarnos, no me preguntes más...
CUARTA ESTACIÓN: MIEL Y HIEL
"Amor, mi dulce bien, no quiero que me guardes, ni que en mi cuerpo frenes lágrimas ni jardines, y antes de que las quejas aviven mi desprecio, los avisos mi cólera, caiga sobre tus labios -incendio abrasador, granada suplicante-
la delicada muerte de mi olvido".
No importa cuanto tiempo hace que conocemos a una persona: me enamoré. A muy pocos nos basta un día para amarlos para siempre, con la mayoría nos sobra toda una vida para encontrarlos a diario sin llegar a saber quienes son, a menudo personas de tu misma sangre, extraños sin remedio. Peor aún, esa forma de encontrar en tus familiares los rasgos que ves cada mañana cuando te miras al espejo: tu misma nariz y pómulos, la forma de lavarse las manos, el modo peculiar de dejar caer ligeramente el cuerpo cuando estás cansada, la hipersensibilidad a la luz.
Al día siguiente llamó mi hermana.
  ¿Qué tal tu cena?
Le conté, sin entrar en detalles.
  iEs increíble!, ¿cómo te dejó ir a esas horas sin acompañarte hasta el coche?
  Por Dios grande Elena, no vivimos en la corte de Luis XVI, ¿por qué confundes todo?, ¿por qué no intentas ponerte en los zapatos del otro?
Segundos de silencio.
  Está bien, ya me he puesto en sus zapatos y en los tuyos, y si a ti te gusta tanto por algo será. Te llamaré esta noche para oír como va tu murria.
Mi hermana Elena en su torre de cristal. Un marido perfecto, unos hijos perfectos, una casa ideal..., y yo con la murria. Deben haberme tocado todos los cromosomas defectuosos de la genética familiar.

El jueves siguiente llama Jöao, me dice que el campo está precioso, que me espera para pasar el fin de semana. Preparé un escaso equipaje y me fui al aeropuerto después de tomarme dos lexatines para coger el avión. Necesitaba estar en silencio al lado de alguien sin dar explicaciones, confiar, cocinar juntos mientras escuchas música, dar largos paseos. En las noches, mientras él tocaba el saxo tenor y yo intentaba versiones a lo Carmen McRae del "Stormy weather". Nos reíamos de nuestra vida "marital".
  ¿Por qué no nos casamos?, tú serías feliz en Oporto, me decía,
sabes que nunca te llevarás tan bien con alguien.
Pensaba en Miguel. Aterricé en Madrid el domingo, y aunque sólo le había visto media docena de veces en mi vida, pensaba en él.
Recordaba con extraña ternura sus maneras hurañas cuando se le contrariaba, también las pequeñas manías de su soledad convertidas en costumbres, su ironía inteligente, la adorable mirada pícara de niño cuando se reía. Ya en el taxi que me llevaba de vuelta a casa, pensé que sería hermoso aprender a mirarle con dulzura desde lejos, dejar al amor y al cuidado hacer. Deseé otra vez mi mano en su pelo, oler el final de su cuello...
Era inevitable que nos volviéramos a ver.
Días maravillosos, me olvidé de hacer cualquier otra cosa que no fuera estar con él. Le quise con locura.

...no es falta de cariño, te quiero con el alma, te juro que te
adoro, y en nombre de este amor y por tu bien, te digo adiós...
QUINTA ESTACIÓN:
BALSICAS.
"Creo que hubiera sido feliz amándote toda mi vida" Doris Day a Rod Hudson en "Pijama para dos"
Después todo es confusión... estoy sentada en un tren que me lleva a Sabicas; quiero decir, a Balsicas.
Voy vestida con la ropa del armario de su ex mujer, aquel que abrió la primera noche, tan alejada de mis gustos, o eso creo.
Dormiré en la habitación que había reservado para Diana, la pintora cubana que finalmente declinó su invitación para pasar la Navidad juntos.
Y, no sé, me pregunto si el libro que llevo en la mano habrá sido elegido por mí o será de Yolanda, pelirrojo pubis lésbico con el que desayuné, acompañado de un sapo, una hermosa mañana mientras miraba atónita las fotografías por él enviadas en alucinado SMS, tanga de piel de ángel de "La Perla" por él ceñido y regalado para atravesar los redondos umbrales del placer; grandiosa, desmesurada, devoradora pasión, de quien ahora llevo un medallón que le regaló en medio de mil tormentos y que ésta le devolvió, y él a su vez me regaló; o algo así, no puedo pensar con claridad...
Lo recuerdo vagamente, era un medallón de Pomelato, o quizás de Hermés; que, no sé como, se convirtió en un medallón de Bulgari y que, por un extraño juego de espejos, llevo yo hoy. No sé, quizá pasará mañana a ser de Cartier en algún relato que él escriba para su blog sobre ésta nuestra historia, salón de pasos perdidos sin eco ni retorno...

De pronto, alguien me saluda con los brazos y parece llamarme desde el otro andén, "iAna!, iAna!", grita mirando hacia mí.

Le miro confundida mientras la azafata me invita a subir al tren que me llevará hasta Balsicas.


¿Quién será Ana?

Autora: Biznaga de estrellas.

3 comentarios:

  1. Me gusta esta biznaga de estaciones sin fin.
    Gracias por compartir: Mas que un sueño.

    Besos y feliz vida.

    MA.
    El blog de MA.

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Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!