lunes, 6 de febrero de 2012

Cruel confidencia de mujer II



(foto El País)

(...es continuación)


El problema del pijama era más fácil de solucionar que el del peso del recuerdo de su olor de hembra. ¿Por qué me conmueven tantísimo las mujeres fatalmente pelirrojas?

Un billete de cincuenta euros convenció al hombre de la conserjería de que el guión exigía una llamada suya a la habitación de la infiel mujer de la mata de pelo rojo para pedir, en nombre mío, que hiciera al pronto mi equipaje.

Con otros veinte machacantes más, un mozo transportó mis maletas de la 425 a la 201. En plantas distintas y en alas opuestas. Distancia de seguridad.

En el minibar de mi nuevo cuarto no había ni vodka ni hielo. Opté por beber a morro dos botellines de Beefeater. Me tragué una píldora sedante, lavé mi cara y dientes y soñé con mi patio y mi aljibe y con las trenzas de mi primer amor, que fue el que sentí hacia una niña rubia trigo.

¿Siempre caeré en los mismos errores? ¿Es que no he de cansarme de desear la fruta del cercado ajeno? ¡Qué ciudad más puta y fría es Venezia!

Me despierto en un puro sobresalto. Las pesadillas me hacían gritar.

El estómago me dice que el momento más duro de mi vida no ha llegado aún. Que llegará cuando el deseo se agote y no me queden ganas de zascandilear.

Desayuno un bull shot bien cargado de vodka. Me confortaba la idea de que hay diosas con tan buenas tragaderas que son capaces de dártelas con un tipejo que sólo sirve para ir a la oficina y al retrete ¡Con su pan se lo coman!

¿Qué he de hacer con la tunanta de la habitación 425? Si me tropiezo con ella en medio de un pasillo del hotel, ¿temblará la firmeza de mi decisión? No me será fácil desapegarme de esa pelirroja para siempre jamás amén. No parece, no.



De la carpetilla de mi cuarto viudo de amor, saco una cuartilla con el membrete del “Hotel de La Fenice y Des Artistes”, San Marco, Campiello della Fenice 1936, y escribo: “Fuiste desleal a tu conciencia al no apostar, tan solo, por el amor que yo te entregaba…”

Ya se sabe que la mejor manera de olvidar a una mujer es hacer literatura con ella. Me suena a Henry Miller.

El resto de mi carta a la infiel eran prosaicas instrucciones sobre el acquataxi que la depositaría en el aeropuerto Marco Polo aquella misma tarde y sobre el número de su vuelo para Madrid. La pasta, como siempre, corría de mi cuenta.

7 comentarios:

  1. Te conmueven o te "conmueven", que todo puede ser, porque, según dicen, las pelirrojas son las más ardientes.

    Besos

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  2. Creo que sí, la manera de olvidar al otro, de cualquier color de pelo que sea, es haciendo literatura de lo vivido.
    No sé si así llega el olvido, pero mengua algo el dolor.
    Hasta pronto.
    Alicia

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  3. Fíjate qué curioso: normalmente es más fácil que yo haga literatura con los hombres que ya he olvidado... Claro que cada uno tiene sus métodos de trabajo. O de supervivencia. Que en el caso de un escritor podría llegar a ser casi lo mismo. Y no me refiero precisamente a que de esta profesión sea sencillo vivir en el sentido más prosaico del término. Besos

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  4. Manuel:
    La mujer desleal o infiel, es repertorio para la escritura¡.
    La pelirroja ha dejado su estampa¡,hubiera sido mejor seguir soñando con tu patio y el aljibe, y con las trenzas de ese primer amor, que fue el que sentiste hacia una niña rubia trigo.
    abrazos

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  5. "Ya se sabe que la mejor manera de olvidar a una mujer es hacer literatura con ella. Me suena a Henry Miller."
    Qué puedo hacer contigo si a veces creo que eres mi otra parte?
    Mil besos llenos de admiración y cariño (el respeto lo guardo para mis mayores)

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  6. Un placer grato leer tu cruel confidencia dos...
    Va a ser que el pijama tiene la culpa de la infidelidad y no la pelirroja de fuego...

    Yo pensaba que las mujeres más infieles eran las rubias y resulta que son la pelirrojas...Pues ya sabes las morenas te esperan y a ver que pasa...en otros capítulos.

    Besos y abrazos de luz para ti amigo.
    MA.

    El blog de MA.

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  7. Aparco mi vuelo y aparezco en tu blog, como enlace de un comentario tuyo en otro.
    No puedo comentar todavía,o no me atrevo, sólo diré que leí y me gustó.
    Que repasé y me convenció.
    Que volveré y comentaré, desde mi lado.
    Quizá con más juicio, pero siempre volando, como soy yo.
    Saludos.

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Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!