(foto del autor)
Durante la cena, a medida en que la noche se cerraba, la dolorosa confidencia de aquella mujer con roja mata de pelo rojo se iba transformando en cruel descripción, con pelos y señales, de su infidelidad para conmigo.
Y conste que, de ellas, mutables cual
plumas al viento, mi razón no aguardaba sino unas migajas de calor.
Apenas.
A pesar de mi convicción intelectual, jamás me había
sido dado imaginar que la hiel de su confesión fuera tan
amarga y tan honda la daga que me rasgó en dos. En aquella cena en el
Harr'ys Bar de Firenze, o quizás en la postrera en la trattoria Da Ernesto en Venezia, la diosa de la
roja mata de pelo rojo, en el fragor del champagne Taittinger,
me invitó a contemplar en su teléfono de bolsillo una foto de su
amante ultramarino.
Airado, rehusé su ponzoña y salí a la puta calle a llorar un cigarrillo.
En el camino de vuelta al hotel, ambos en marmóreo y
civilizado silencio, se me hizo evidente la imposibilidad de pasar con ella
aquella noche.
Necesitaba estar a solas con mi cabreo. Sentía
repulsión hacia ella y su cruel y estúpida confesión. Paré un acqua-taxi y pedí a su
conductor que acercara a aquella mujer, de pronto tan ajena a mí, a nuestro
hotel, contiguo a La Fenice.
Liberado de su insoportable presencia de mujer, me
metí en el lounge bar del edificio Mondadori. Dos vodkas después, la cosa
estaba clara.
De regreso al hotel, en recepción pedí otra
habitación, lo más alejada posible de aquella que habíamos compartido cuatro
noches, con sus madrugadas, sus desayunos y sus apasionadas siestas.
Me resulta imposible dormir sin pijama y con
recuerdos.
(
continuará... )
chan!!! porfa...excelente relato, besos
ResponderEliminarMuchas veces las verdaderas confecciones hacen daño, pero mejor enterarse pronto.
ResponderEliminarBonito escrito Manuel.
Un abrazo
Tras el crujido quizá se puedan compartir aún algunas cosas (pocas), pero entre ellas seguramente no se encuentra el sueño. Besos.
ResponderEliminarQué bien lo has escrito. Buena decisión poner tierra de por medio.
ResponderEliminarEl alcohol es bueno para olvidar las penas de amor y de desamor, pero no cura las heridas.
ResponderEliminarDespués duele más la cabeza con la resaca y el darle vueltas a la nueva situación.
Es un placer leer tu texto, mi apreciado amigo.
Un abrazo de MA.
Llámese "inoportuno" a aquel o aquello que desperdicia la oportunidad, ofende el momento, es sincero cuando hay que mentir o hace dormir al prójimo sin pijama.
ResponderEliminarManuel a flor de piel. Me encanta.
Un besito.
Poca delicadeza por parte de la dama.Muy poca.
ResponderEliminarLuego pienso en los motivos que pudieron existir que por delicadeza tampoco debo decir.
Espero con impaciencia el capítulo siguiente
Un abrazo